El primer éxito de Rafael Valdés Mas (murciano, de 29 años) fue reunir ayer en la lectura de su tesis doctoral a unas ochenta personas, casi todas jóvenes. Talento en el patio de butacas del salón de grados de la Facultad de Medicina, y talento en la palestra donde Valdés, ingeniero industrial, defendió su tesis (calificación de sobresaliente) sobre las "estrategias de secuenciación y herramientas bioinformáticas para el estudio del cáncer y las enfermedades hereditarias". Tras esa lectura se esconden cuatro años de trabajo diario complementando informática, biología, medicina, pero también estadística y matemáticas.

Rafael Valdés jugaba con el mejor de los equipos. Sus dos directores de tesis fueron el catedrático de Bioquímica Carlos López Otín y el profesor titular de la Universidad de Oviedo, Xose Antón Suárez Puente. En el tribunal estaban el ingeniero químico Julio Saez, el biólogo Víctor Quesada, y el bioquímico Ignacio Varela. Tres currículos como para enmarcar.

La tesis doctoral, como un libro de aventuras para quien sepa leerla, habla de la secuenciación genética y desarrolla programas para el estudio de dos enfermedades concretas, la leucemia linfática crónica, la más frecuente entre los adultos, y la miocardiopatía hipertrófica, patología que está detrás de algunas muertes súbitas, sobre todo en pacientes jóvenes.

Valdés, ingeniero formado en el campus de Viesques, en Gijón, terminó la carrera y sin solución de continuidad aterrizó en el laboratorio de López Otín. "He aprendido Biología", dice, entre otras cosas porque ha trabajado en primera línea y con algunos de los mejores. Cuatro años "en los que aprendí lo que es el rigor científico, a distinguir lo que es importante de lo que no lo es tanto, y a comprometerme con la investigación", aseguraba ayer tras la lectura de la tesis.

Camino por recorrer

En esa primera línea de laboratorio el ingeniero Rafael Valdés comprobó que "no hay dos tumores iguales", que "cada tumor tiene su propia biografía", que "las alteraciones en un mismo gen pueden provocar enfermedades distintas" y que el enemigo es tan complicado que muchas veces un tumor es capaz de anular por completo las capacidades de un fármaco. "Un simple cambio en su ADN, y ni lo nota".

Una secuenciación es un análisis pormenorizado del ADN. En ese buscar al detalle se esconden muchas de las claves que nos irán ayudando a ganar batallas frente a enfermedades serias. Pero Rafael Valdés recuerda que "la secuenciación tiene apenas diez años, nos queda mucho camino por recorrer".

Pero mucho se ha hecho ya, y en muy poco tiempo. En Asturias, por ejemplo, se ha estudiado la alteración del gen FLNC que está presente en casos de miocardiopatía hipertrófica, enfermedad hereditaria. Los equipos de Otín y del cardiólogo José Julián Rodríguez Reguero, del HUCA, llevan tiempo trabajando y analizando mutaciones en familias asturianas con riesgo hereditario. Pero en la miocardiopatía hipertrófica intervienen al menos otros veinte genes ya descritos. Nadie dijo que esto fuera fácil.