La muerte de María Dolores Vigil Vigil conmocionó ayer a numerosos vecinos de Gijón y Siero. Loli, como todo el mundo la llamaba con cariño, era la sonrisa que desde la cocina o la barra daba la bienvenida a quienes entraban por la puerta del único bar superviviente de la parroquia gijonesa de Baldornón. Allí llegó hace medio siglo desde su sierense Muñó natal al casarse con José Luis Rubiera Acebal y junto a él, a Pepe Luis como todos le conocen, formó su familia.

Loli es madre de Chechu Rubiera, uno de los mejores ciclistas de la historia reciente de Asturias, de nuestra compañera Ana Isabel, jefa de sección en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, y de Carolina, ampliamente conocida en Gijón por su larga trayectoria como docente vinculada al colegio de las Ursulinas.

Loli Vigil fallecía en la tarde del día 31 de diciembre en Baldornón tras luchar con una larga enfermedad. Tenía 74 años. Esta mañana recibirá cristiana sepultura en el cementerio de Baldornón y, posteriomente, tendrá lugar un funeral por su eterno descanso en la iglesia parroquial de San Juan de Muñó, en Siero. Las muestras de condolencia por su muerte y las numerosas visitas al tanatorio de Cabueñes marcaron la triste jornada de ayer en la vida de la familia Rubiera Vigil.

Una caída que le produjo la rotura de la tibia y el peroné había obligado hace unos meses a su hija Ana a quedarse en casa. La mala suerte se convertía, sin embargo, en la fórmula para que madre e hija pudieran estar juntas en estos momentos de máxima necesidad de atención. Ambas habían decidido que Baldornón era su hogar y vivían en casas vecinas. Tampoco se olvidó de sus raíces el pequeño de los tres hermanos, Chechu, que tras abandonar la dinámica de viajes del ciclismo profesional convirtió la casa familiar materna de Muñó en su hogar. Chechu era el padre de los dos nietos de Loli, Noah y Axel, por los que ella sentía verdadera pasión. Al lado de su madre también estuvo hasta el último momento Carolina, la mayor de los tres hermanos y asentada en Gijón.

El bar de los Rubiera, o El Llagar como lo conocían los más veteranos, era propiedad de la familia de Pepe Luis Rubiera, muy conocido también en toda la franja fronteriza de Gijón y Siero como repartidor de leche. Pero el rostro más reconocible del negocio era el de Loli. Tras el cierre de otros establecimientos de la parroquia, el bar se quedó en 2006 como el único referente en la vida social de Baldornón. Nunca dejó de estar abierto, aunque fuera unas horas, para poder atender las necesidades de los vecinos. Incluso cuando la enfermedad llevó a Loli a pasar algún tiempo ingresada en el hospital.

Ya no era necesario, como en otras épocas ir a casa de los Rubiera para llamar por teléfono, pero se había convertido en el centro social de la zona. Allí se iba más a jugar la partida y conservar las amistades que a tomar café o vino. Mujer de energía arrolladora y tremendo corazón siempre tuvo tiempo para estar al lado de los suyos, sobre todo en los peores momentos. Y para atender la huerta, que era su refugio más personal.