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Balas de caucho, petardos y gritos, propuestas para ahuyentar a los osos

Los expertos plantean limitar el acceso de personas a zonas oseras para evitar que los animales se habitúen a la presencia humana

El oso baja más a los pueblos, pero también el hombre sube más al monte. Los encuentros plantígrado-humano son cada vez más frecuentes en Asturias y los expertos piden actuar con urgencia para evitar situaciones conflictivas. El segundo ejemplar muerto en menos de cuatro meses en Moal (Cangas del Narcea) -el primero además abatido por una bala- ha reabierto el debate en torno a la especie. Los biólogos proponen utilizar balas de caucho, petardos y gritos para ahuyentar a los osos de los pueblos y limitar el turismo de avistamiento ya que, dicen, habitúa a los animales a la presencia humana. Se trataría, por tanto, de una acción doble, que requeriría la puesta en marcha de un protocolo especial.

El presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP), Guillermo Palomero, pide a la consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales que apruebe el protocolo "de forma urgente". "No podemos demorarlo más. Los osos encuentran comida fácil en los pueblos y no perciben ya al ser humano como un peligro", explica. El naturalista pone como ejemplo los planes aplicados en Francia, Italia y Grecia, con medidas ya probadas como el disparo de balas de caucho y el uso de petardos y gritos. "Esas acciones habría que hacerlas durante varios días continuados. Y si aún así no funcionan, entonces habría que capturar al oso para ponerle un collar de identificación y tenerlo bien controlado", comenta. Según Palomero, Asturias debería "dar ejemplo" en este aspecto, puesto que "tiene la ventaja con respecto a otras comunidades de contar con una patrulla oso, compuesta por magníficos profesionales".

Por su parte, el biólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Javier Naves opina que hay limitar las actividades que habitúen al oso a la presencia humana, como es el caso del turismo de avistamiento, y solo actuar sobre el animal en situaciones "excepcionales". "Se pueden tomar medidas para ahuyentar a un oso en un pueblo, pero si los atrayentes siguen existiendo, esto es pan para hoy y hambre para mañana", señala. A su juicio, hay que guardar la basura y poner sistemas de protección tanto en huertas como en explotaciones ganaderas.

"En España se lleva trabajando años sobre unos borradores en los que se tiende a cargar el protocolo en el animal, intentando modificar su conducta. Y eso es muy difícil. Lo primero sería conocer las motivaciones que hacen que un oso baje a un determinado pueblo", profundiza. Javier Naves compara a la especie con los perros: "Si ya es complejo modificar la conducta de un animal doméstico, imagínense a un animal salvaje". Además, según el biólogo ovetense, "el oso puede asociar el castigo a otras situaciones, no a la de acercarse a los núcleos de población", agrega.

Pese a estas discrepancias, los expertos coinciden en decir que cada vez habrá más ejemplares "familiarizados o problemáticos", debido al aumento de la población y al abandono de la zona rural. El último censo elaborado por las comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León sitúa el número de ejemplares en la Cordillera Cantábrica en 230 o 260, de los cuales más de 190 se encuentran en el occidente y al menos 40 en el oriente. En 2005 había tan sólo 15 osas con crías, mientras que en 2015 se contabilizaron 40. "Hay más osos que hace veinte años, por tanto los encuentros serán más frecuentes", insiste Naves.

Precisamente los vecinos de Moal se quejaban el domingo de la bajada de plantígrados al pueblo, que matan ovejas y dañan fincas. "Los osos tienen que estar en el monte", decían a LA NUEVA ESPAÑA. Los expertos apoyan las declaraciones, pero recuerdan que también el hombre se está metiendo en su hábitat.

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