La iglesia de Santa María de La Fresneda, en Siero, acogió ayer el funeral de cuerpo presente del comité de Unicef Asturias Ángel María Naval Balbín, que recibió una calurosa despedida, entre elogios, por haber sembrado, en palabras del párroco, José Luis Fernández Polvorosa, "tanta esperanza, tanta ilusión entorno a su vida, a su caminar, a su peregrinar por este mundo".

La principal virtud del fallecido, según el sacerdote fresnedino, es que "se desentendía de sí mismo y se daba a los demás; cuando nos encontramos con un hombre como Ángel María podemos decir que la sociedad no está podrida, que no todo está perdido, tenemos unos atisbos de esperanza". Porque "mientras haya hombres así, que se desnaturalizan a sí mismos para darse a los demás, es cuando entonces nosotros podemos tener una referencia de lo que podemos y debemos hacer", dijo.

El expresidente del comité autonómico de Unicef, que falleció el pasado viernes, fue un referente en el apoyo a la infancia, que constituyó desde siempre su principal preocupación.

"No tuvo tiempo para sí, algunas veces no tenía casi tiempo ni para la familia, con esos viajes para la responsabilidad que tenía con Unicef", dijo el sacerdote, quien sostuvo, asimismo, que el fallecido vivía muy intensamente su trabajo. "Él muchas veces me decía que le daba pena estar, ver, tocar a esos niños que no tenían, por no tener, ni agua potable. Se deshacía su corazón pensando en todos esas criaturas, en tantos niños que no tenían los medios para tener la salud necesaria para subsistir o los elementos más imprescindibles para la vida. Y el se deshacía con estos problemas y preocupaciones", manifestó el sacerdote.