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Un asturiano en el santuario marino de las islas Galápagos

El biólogo Pelayo Salinas cumple su sueño al estudiar en el archipiélago de Ecuador los tesoros que algún día albergaron los océanos de todo el mundo

El ovetense Pelayo Salinas bucea en las profundidades de las islas Galápagos junto a un tiburón ballena. FCD / PELAYO SALINAS

"Queremos llegar a Marte y, sin embargo, conocemos menos de un 5% de la superficie marina que nos rodea, que es al final nuestra fuente de vida". El biólogo ovetense Pelayo Salinas de León lucha día a día con sus investigaciones para que ese conocimiento mejore. Su sueño desde niño de estudiar en las profundidades de las islas Galápagos, el mayor santuario de tiburones del mundo, es ya una realidad.

Fichado en septiembre de 2016 por National Geographic, Salinas trabaja en la conservación de los océanos más vírgenes de la Tierra. Aunque de estos tesoros, dice, quedan muy pocos: "Nos hemos cargado el 90% de lo que algún día existió". El ovetense es especialmente crítico con la "matanza global" de los escualos. "Al año se capturan más de 100 millones de ejemplares para la comercialización de sus aletas. Es el grupo de vertebrados más amenazado del planeta, pese a jugar un papel clave en la cadena trófica", destaca.

Ese infierno se torna en paraíso en las islas Galápagos (Ecuador), también conocidas como el archipiélago de Colón. Se calcula que hay 17 toneladas de tiburones por hectárea, "una burrada", según afirma Pelayo Salinas, que colabora con la Fundación Charles Darwin. "Allí ves escuelas de cientos o miles de tiburones martillo, sedosos, tigre, ballena, punta blanca y negra. Es como estar en un teatro. Su riqueza no se basa tanto en la diversidad sino en el volumen", agrega. El biólogo marino y su equipo, liderado por el español Enric Sala, consiguió el año pasado que el gobierno de Rafael Correa prohibiese la pesca artesanal en las islas, después de que en 1998 se censurase la industrial. "Hemos pasado mucho tiempo sin regulaciones. El mar no es recurso infinito, nos hemos excedido", reflexiona. Por eso en Asturias, no hay sardinas, no hay oricios... Y la cadena trófica se ha invertido. "Lo natural es que haya muchos depredadores, puesto que sus presas tienen una tasa de reposición muy alta. Pero la pesca se ha cargado a los depredadores. Es lo que se conoce como síndrome de líneas marinas cambiantes", explica.

Sumergirse en las islas Galápagos y, en especial en las de Darwin y Wolf -las más alejadas de "la mano destructiva del hombre"- supone abrir "una ventana al pasado", "volver atrás en el tiempo". La mayor experiencia de Pelayo Salinas es nadar entre tiburones, una especie a la que las películas "ha hecho mucho daño". Tanto, que el ser humano no conoce o no quiere conocer los datos globales de capturas. Como dato escalofriante: Vigo es uno de los principales puertos en el mundo de desembarco de aletas de tiburón. "A nadie le importa que mueran tiburones porque la televisión nos vendió que es malo. Pero un escualo no ataca -se producen al año 10 muertes en zonas de cacería- y vale más vivo que muerto", asegura. En un estudio reciente hecho en las islas Galápagos, el ovetense comprobó que mientras un tiburón muerto vale unos 22 dólares, uno vivo, más de 300.000. "Estamos hablando de que un escualo a lo largo de su vida aporta 5 millones vinculados al buceo. Por tanto su conservación ya no es algo ético y ecológico, sino también económico", insiste.

Salinas empezará mañana una nueva expedición en la Patagonia dentro del proyecto "Pristine Seas" (Mares Pristinos) de National Geographic. Su objetivo es doble: documentar la zona y contactar con los gobiernos para avanzar en su protección. Naciones Unidas exige que en 2020 el 10% de los océanos del mundo estén protegidos, sin embargo, ahora mismo sólo está el 4%. España, opina el biólogo, suspende en conservación: "Menos del 1% de sus aguas están protegidas y las reservas que tiene son de manejo extractivo".

El ecólogo ovetense, que estudió en el Reino Unido e hizo el doctorado entre Nueva Zelanda e Indonesia, sostiene que el Gobierno español debe hacer en los próximos años un "esfuerzo muy grande". Salinas explica que la capacidad regenerativa en zonas de cero extracción es enorme y que esa situación beneficia a otros mares. "Se llama 'efecto rebosar' y consiste en que cuando una especie alcanza un determinado nivel, se esparce por las zonas cercanas, beneficiando a otros territorios".

A la destrucción de los océanos se añade ahora un nuevo problema: el cambio climático. En base a unas investigaciones, Pelayo Salinas asegura que los mares mejor conservados son los que mejor resisten las consecuencias del calentamiento global. En este sentido, las islas Galápagos funcionan como "una especie de laboratorio del cambio climático", ya que los efectos de El Niño o La Niña -cambian las corrientes marinas y generan fenómenos extremos- permiten dilucidar qué puede pasar en un futuro.

El ovetense tiene claro que el cambio climático no sólo acarreará un calentamiento de la superficie, sino que el fenómeno responderá de forma diferente en cada zona del planeta. Los arrecifes de coral serán las estructuras marinas que peor lleven estos cambios, según prevé Salinas. "Uno de los problemas más graves del calentamiento global no es el aumento de la temperatura, sino el incremento de acidez en el mar. Esto provoca que los esqueletos hechos con carbonato cálcico acaben muriendo", sentencia.

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