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El oso: de alimaña a peluche

La revista "Cultures" recoge el cambio de mentalidad sobre la caza: "Ahora la naturaleza se protege, pero antes se combatía", dice Roberto González-Quevedo

Roberto González-Quevedo, con el último número de "Cultures". I. C.

De alimaña a peluche. La mentalidad de la sociedad asturiana sobre el oso ha cambiado radicalmente en los últimos años, según recoge la revista "Cultures". La publicación, editada por la Academia de la Llingua, llega a su número veinte con la caza como temática. Su director, Roberto González-Quevedo, explica que mientras antes el plantígrado era considerado el malo de la película, ahora es visto como el bueno, como un peluche. Su imagen es de hecho utilizada para vender el Paraíso Natural y su ataque no sólo está castigado sino que es rechazado socialmente.

Pero hubo un tiempo en el que matar osos fue premiado. De él, según cuenta González-Quevedo, se aprovechaba todo: la piel, la carne e incluso los órganos, ya que se pensaba que tenían "valores divinos". Además, existió el oficio del lloveru, que era la "persona que pasaba por las casas demostrando que había matado a una alimaña". "Ahora la naturaleza es protegida, pero antes se veía peligrosa y se combatía", asegura el director de la publicación. Las leyendas y los cuentos de la época reflejaban ese miedo a los animales. Por ello, la caza era entendida como una faceta más de la casa, de protección y de alimento, que de deporte como en la actualidad.

"En todo los escritos se trataba a los animales de casa (las vacas, las ovejas, las cabras...) como los buenos y a los depredadores como los enemigos. El miedo a los animales salvajes estaba muy metido en la mentalidad popular y provenía de la Edad Media. También es verdad que de aquella mucho más osos y causaban daños en los rebaños", profundiza Roberto González-Quevedo. Sin embargo, la visión del oso evolucionó mientras que la del lobo se estancó. "El oso siempre fue visto como el peligroso, pero nunca como el malvado. Ese era el lobo. Y es curioso cómo esa mentalidad no ha cambiado", señala González-Quevedo, que también señala que los cuentos históricos sobre el lobo y la zorra reflejaban los estereotipos sexuales. "El lobo era el que tenía más fuerza, pero a la vez el más tonto. Y la zorra era la más inteligente, aunque acababa siendo engañada", comenta.

El último número de "Cultures", en el que participan casi una veintena de autores, ahonda en la tradición de la caza en Asturias y en zonas específicas: Laviana, Siero, Morcín y en la montaña del noroccidente.

El escritor Alberto Álvarez Peña se centra en el oso y revela datos interesantes como la variación de sus nombres en la región. Para referirse a la especie se utilizaban palabras como "bardión", "esbardión", "albarción", "albardión"... Y para su captura se utilizaba todo tipo de utensilios: chuzos, escopetas, cuchillos, cepos y trampas.

"En el caso del lobo existía la trampa colectiva, conocida como caleyu del llobu, que consistía en esperar a atrapar el animal y luego matarlo a palos", puntualiza González-Quevedo. Los biólogos Javier Naves y Alberto Fernández Gil indican que durante décadas "las alimañas fueron el centro de la actividad cinegética de Asturias". Entre 1944 y 1962 se mataron "más de 300 lobos y 7.000 raposos". Los expertos también mencionan la caza de la ballena para hacer aceite.

"Con este número, la revista 'Cultures' creemos que se consolida y demuestra una trayectoria. Nuestro objetivo siempre fue dar prestigio a la llingua y estudiar la cultura asturiana", comenta Roberto González-Quevedo.

Desde 1991, la publicación ha abordado ocho temas monográficos: el pan, la matanza, la yerba, la sidra y el vino, el espacio agrario, la fiesta, la pesca y ahora la caza. "Los tiempos han cambiado y ves cómo asturianos que de jóvenes mataban animales ahora son ecologistas. Esta conciencia nació en los años 70 en las ciudades aunque tardó más en calar en los pueblos", sostiene González-Quevedo, que cree que la población de osos "ha mejorado mucho en los últimos años".

"Cada vez será más frecuente ver que los plantígrados bajen a los pueblos, porque son más y ya no tienen miedo al hombre", concluye.

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