"No se me olvida, ni se me olvidará nunca, aquel 8 de febrero, a las cinco y veinte de la tarde". Lo afirma Marino Fernández, edil de Seguridad Ciudadana de Navia. Aquel día le tocó presenciar uno de los episodios más trágicos que ha vivido el concejo en los últimos años. La fuerza del mar arrebató de los brazos de su abuelo al pequeño Hugo Brandonn Álvarez, de apenas veinte meses, mientras caminaban, junto al padre del menor, por la playa de Frexulfe, en un día de intenso temporal. Las labores de búsqueda, que se prolongaron durante semanas, no dieron resultado. Desde entonces, la familia llora una pérdida irreparable, y ahora, con la llegada del aniversario y coincidiendo con otro fuerte temporal, el episodio es recordado por muchos en la zona.

El mazazo para la familia, que ha declinado responder a las preguntas de este diario, es "devastador y altamente traumático", y puede conducir a las personas cercanas a "a sentirse desbordados y sin capacidad de generar una respuesta que les ayude a comprender lo sucedido", explica Angélica Rodríguez, psicóloga coordinadora del grupo de intervención en emergencias y catástrofes del Colegio de Psicólogos de Asturias.

"Es fácil que tanto los padres como el resto de familiares, se puedan hundir en una situación de crisis personal como expresión de un estado psicológico saturado y sin respuesta para afrontar la nueva situación", añade Rodríguez, que considera que la única vía es "aprender a vivir con la pérdida, ya que se trata de integrar lo sucedido en la historia personal y seguir adelante con la vida". Para ello, dice, se debe entender que el sufrimiento generado no debe ser minimizado ni evitado; debe ser expresado y compartido.

El hecho de que el cuerpo del menor no haya podido ser rescatado añade dificultad a ese proceso de duelo. "Se necesita una prueba de realidad que testifique que el ser querido no está vivo, para, a partir de ahí, empezar a elaborar el duelo. La familia que tiene que elaborar un duelo sin cuerpo se mueven en la duda de si su ser querido está vivo o está muerto y mantienen una pequeña esperanza que reaparezca. Esto les aparta de la realidad y les puede llevar a desarrollar algún tipo de patología", refiere.

También quienes vivieron en sus carnes el suceso siguen hoy afectados, en lo emocional, por la pérdida. "Casi me emociono al recordarlo. Como si fuera hoy, te lo juro. Son cosas que no se olvidan. Todavía hay noches que despierto con aquella imagen en la cabeza. Yo lo pasé muy mal una temporada", relata Basilio Álvarez, vecino de Villaoril (Navia). Él fue el primero que socorrió a la familia cuando la ola arrastró sus cuerpos, cuando realizaba uno de sus habituales paseos por el arenal. Como conocedor de la playa, sabe de sus peligros, y advirtió a la familia antes de la desgracia. Sin embargo, nada pudo hacer por salvar al pequeño. "Te queda una cosa dentro, una impotencia. Pienso, a lo mejor los salvé de algo peor, pero siempre te queda lo del guaje. Me acuerdo de la ropa que llevaba, como si lo estuviera viendo. Pero, ¿qué vas a hacer? Es la leche", rememora.

Parece que, un año después, la lección no ha sido aprendida del todo. "Sigues viendo a gente arriesgando, no se aprende. Muchas veces veo a personas que se acercan demasiado, y sigo avisando. La conciencia la tengo tranquila", apunta Basilio Álvarez. "Si es que en Frexulfe, y en este tipo de días, hay que tener mucho cuidado", apostilla.

De la misma opinión es Marino Fernández, que considera que "este tipo de hechos tienen un impacto en el comportamiento de la gente de una duración limitada". El Ayuntamiento de Navia ha querido optar por la prevención para que no se vuelva a repetir una tragedia como la de hace un año. Estos días mantiene cerrados los paseos marítimos y los agentes locales hacen vigilancia.