"El eco del valor resuena eternamente", reza en una gran bandera que preside el hangar en el que descansa el "Helimer Cantábrico" tras una de sus operaciones más heroicas, la que permitió salvar siete vidas de los marineros que volvían a casa en el atunero "Gure Uxua" (el resto, cinco, fueron rescatados por efectivos gallegos). A bordo del helicóptero se encontraban el Comandante Jorge Fernández a los mandos, el copiloto Iván Ortega, el operario de grúa José Ramón Cruz y el rescatador Fidel Cantos, las personas que consiguieron que esos siete marineros puedan dormir hoy junto a sus familias de nuevo. La tripulación de la aeronave, son los héroes del Cantábrico, que arriesgan su vida para salvar la de otros, como demostraron el viernes en alta mar en medio de un infierno de olas.

"Siempre se dice que el patrón es el último que abandona el barco, pero en realidad somos nosotros", enfatiza Cantos, con el cuerpo aún dolorido y magullado por la operación, en la que tuvo que bajar siete veces desde el helicóptero hasta el gélido agua, con olas de más de una decena de metros, para rescatar uno a uno a los náufragos que se encontraban a bordo de una balsa salvavidas. "Cuando entras al agua, la corriente de la tormenta junto con la electricidad estática del helicóptero te dan una descarga eléctrica brutal", asegura Cantos. "Pero en el momento no te das cuenta, estás con la adrenalina por las nubes, sólo eres consciente de todo cuando llegas a casa y abrazas de nuevo a tu familia", dice.

Una vez el rescatador llega a superficie, lo más importante es tranquilizar a las víctimas. "Les decimos que mantengan la calma, que ya hemos llegado y que confíen en nosotros, que tenemos la capacidad de sacarlos a todos de allí con vida", explica Cantos, quien destaca el "buen comportamiento" de los marineros, que aun cuando la mayoría no sabía nadar y estaban en situación de hipotermia severa, cooperaron en todo momento.

Tras llegar hasta ellos, es el rescatador quien valora a quién va a salvar primero. "Siempre comenzamos por aquellos que estén en peores condiciones de salud, los más mayores y los niños", analiza el rescatador que enfatiza que, aunque fue él quien bajó a rescatar a los náufragos, "el mérito es de toda la cadena, desde la torre de control a nuestro equipo, que somos el último eslabón". Arriba, el Comandante Fernández y Ortega luchaban con el aparato, que no dejaba de dar bandazos debido al viento de más de 100 kilómetros por hora que soplaba, además de "buscar otros supervivientes, por si no estuvieran todos en la barca", ya que "había otra barca desplegada y volcada y multitud de chalecos salvavidas desperdigados", asegura Ortega.

Junto a ellos, Cruz subía al rescatador junto a los náufragos que, una vez en el "Helimer", recibían los primeros auxilios. "Cuando llegan están completamente en shock", relata Cruz: "Hace unos minutos se encontraban en medio del océano, con la certeza cada vez mayor de que iban a morir, y nosotros éramos su última esperanza", enfatiza. Ya en el helicóptero, lo más importante es arroparlos, agruparlos para que se den calor mutuo y colocarlos de tal manera que no desestabilicen la máquina. "Nosotros estamos aquí para esto, para salvar la vida de los demás mientras nos jugamos la nuestra", asegura. Y admite: "Hay que estar hecho de una pasta especial".

Cada vez que este grupo deja el hangar, se enfrenta a un nuevo peligro, una nueva manera de jugarse la vida en favor de la de los demás, aunque es un "riesgo controlado". "Nos entrenamos constantemente para poder afrontar estas situaciones", remarca Ortega, "es nuestro día a día", hasta el punto de que "mi familia está más intranquila cuando viajo en coche que cuando vengo a trabajar, estamos preparados para ello". Eso sí, "el día más tranquilo se puede torcer". De hecho, Ortega relata cómo su futura esposa, con la que se casará en unas semanas, le dijo "que tuviera cuidado, que los anillos ya estaban comprados", bromea.

"Este trabajo es pura vocación, no se paga con dinero", reflexiona Cantos. "El único pago verdadero es la satisfacción del trabajo bien hecho, la sensación de haber salvado una vida no se puede comparar con nada en el mundo", apuntilla Cruz.

Hasta el momento, el grupo puede decir con orgullo que nunca han dejado a nadie en el mar sin atender. "Vamos todos y volvemos todos", finaliza Cantos. Una estadística de auténticos héroes.