Villa compareció ayer por fin ante la jueza Simonet Quelle Coto, catorce meses después de su primera citación (fue en enero de 2016), a la que no asistió porque, según su letrada, Ana García Boto, no estaba en condiciones de declarar. Pero ayer sí se defendió con vehemencia, demostrando, según los letrados que llevan la querella del SOMA por apropiación, que es "perfectamente imputable" y puede ser sometido a juicio. Hasta salió a relucir el Villa más genuino, aquel que se partía el pecho por los mineros. Al menos en dos ocasiones, el ex secretario general del SOMA sacó el genio y pegó dos puñetazos en la mesa, a anillo batiente, para defender que no se había quedado con dinero del sindicato. Por ejemplo, cuando le preguntaron si se había comprado flores. "¿Cómo se puede decir eso? Toda la vida las enviaba el sindicato cuando había un fallecido en la mina", espetó indignado. Negó además que algunas de las firmas de los cheques y transferencias cuyo cobro le imputan fuesen suyas, y para demostrarlo realizó un cuerpo de escritura para compararlo con los originales.

Villa llegó en taxi a los Juzgados a las diez en punto, la hora fijada para su declaración ante el Juzgado número 2 de Oviedo. Cinco minutos después entraba en la sala de interrogatorios. Allí permaneció hasta las once y cuarto de la mañana. Diez minutos de descanso, y vuelta a empezar, hasta las doce menos diez. Contestó sólo a las preguntas de su letrada, más de veinte, y dejó con las ganas a la juez, el fiscal y la acusación particular. Preguntas cortas y sencillas, posiblemente preparadas con antelación.

El exlíder minero, investigado por apropiarse de 420.000 euros cuando estaba al frente del sindicato, se mostró en todo momento lúcido, "en perfecto estado de revista", según los abogados del SOMA, aunque no pudo recordar fechas y en algún momento hubo que reconducirlo. Comenzó primero por describir su estado de salud. "Estoy enfermo desde hace tiempo. Sufro demencia, padezco de la espalda, puedo quedar parapléjico, sufro de la próstata...", fue diciendo. Villa aseguró que no leía ni veía la televisión, aunque luego hizo un comentario que evidenció que sabía que los camiones con carbón de importación no podían cruzar por Villablino, una noticia de hace pocos días. Luego la letrada pasó al meollo de la cuestión. Le fue enseñando a Villa varios documentos que obran en la querella y negó que las firmas fuesen suyas. Según dijo, en el sindicato firmaban por él a veces. También le preguntó Boto si se había quedado con el dinero de las dietas del comité intercentros (243.000 euros que cobró su secretaria con cheques nominativos y que le entregó en sobres durante años) y dejó caer que lo había repartido entre los sindicalistas.

Las facturas en puros y colonia -son casi 120.000 euros los que el SOMA dice que Villa fundió en libros, películas, joyas y todo tipo de efectos- eran "gastos protocolarios" para las autoridades con las que se reunía. En cuanto al Mitsubishi, aclaró que se había puesto a su nombre para que al sindicato le saliese más barato y que había sido devuelto.

Su letrada le planteó a bocajarro si era un manirroto. Villa respondió: "Soy abstemio y un alcalde llegó a llamarme pesetero porque no gastaba". La juez, que había asistido en silencio a su declaración, le ofreció la última palabra. "Se está vulnerando la protección de mis datos, se está haciendo la vida imposible a mi mujer y a mis hijos y no voy a tolerarlo", fue su advertencia.

Alfredo García López, el letrado del otro imputado en la querella, el exgerente del Infide Pedro Castillejo, se mostró satisfecho con la declaración porque demuestra que las firmas eran mancomunadas y cualquiera pudo llevarse el dinero. Los letrados del SOMA, Luis Llanes y Miguel García Vigil, indicaron que "el Estado de derecho ha triunfado, Villa ha tenido que venir a declarar". Llanes añadió que "sigue habiendo muchos claroscuros y no ha respondido a las cuestiones que se plantean en la querella, no ha reconocido nada, pero tampoco ha dado explicaciones a las numerosas irregularidades".