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Una actividad de floración espontánea y auge accidentado

El sector ha colaborado en un fuerte trasvase del empleo y las grandes fuentes de negocio desde el campo a los servicios

La oportunidad la vio un grupo de jóvenes piragüistas de Cangas de Onís en un viaje a Dinamarca, en la observación de las canoas de madera en las que los turistas surcaban los canales. La conexión de aquello con el Descenso Internacional del Sella fue cuestión del tiempo que tardaron en encontrar en Francia unas embarcaciones de plástico, más resistentes. Desde el origen de la primera empresa, en 1991, las canoas fueron alumbrando "una nueva industria en el Sella sin ayuda institucional", destaca el estudio, y con el tiempo incluso en contra de la Administración, que tras el conflicto desatado con los pescadores de salmón por el uso recreativo del río llegó a restringir al máximo, a finales de los noventa, las condiciones de ejercicio de la actividad. Tras un contencioso que llegó a los tribunales, la ley autonómica de Turismo de 2002 definió al fin la figura de la empresa de turismo activo, cuyo número no había dejado de crecer en Asturias antes y después de esa fecha.

La posibilidad muy cierta de seguir explotando y diversificando sus potencialidades en el futuro, concluye el trabajo, depende de la capacidad del sector para evitar la masificación y el intrusismo, de generar una actividad ambientalmente sostenible que asocie el Sella a una marca de alto valor, "asociada a la naturaleza y a la sostenibilidad".

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