El corte parcial de un carril de la Autovía Minera a la altura de La Calabaza (Siero), para fijar un talud inestable que amenazaba con caer sobre la calzada, se mantendrá durante un par de meses, según los cálculos que maneja la Dirección General de Tráfico (DGT). En concreto, la incidencia se ubica entre el punto kilométrico 23,5 y el 24,5, en dirección a Gijón.

Los trabajos consisten en la restitución de un talud de desmonte ubicado cerca del túnel de La Calabaza y de la salida de Muñó, proyecto que cuenta con una inversión de 132.000 euros. Según los técnicos , la ladera suponía una situación de "grave peligro" en la vía, sin que hasta la fecha se hubiesen ejecutado más tareas que las "imprescindibles" para lograr que el tráfico transite con las debidas condiciones de seguridad.

La empresa Posada Organización S. A es la encargada de unas obras que consisten en la construcción de un muro de escollera de 36 metros de longitud y ocho metros de alto, acompañado de una membrana flexible que servirá para la estabilización definitiva del talud inferior de la ladera. Durante la pasada primavera ya se llevaron a cabo, con carácter de urgencia, varias obras, ya que, según reconocieron entonces los técnicos, el talud impedía un cierto nivel de seguridad vial en el tramo afectado.

Los problemas de desprendimientos han sido constantes desde que se inauguró la Autovía Minera en 2003. Los expertos lo achacan a que los taludes son demasiado verticales. La AS-I ha sufrido 24 argayos de cierta entidad y la mayor parte de ellos se han concentrado en el alto de La Madera, entre Gijón y Siero, y en una ladera de la rotonda de Frieres, cerca de Riaño (Langreo). A la hora de encontrar las razones que explican la alta concentración de argayos a lo largo del trayecto de la Autovía Minera, los expertos citan la conjunción de varios factores. La vía atraviesa zonas con unas rocas y suelos que son poco cohesivos y, por tanto, muy propensos a desestabilizarse, en zonas en las que se registran lluvias que rondan los 900 milímetros anuales y en terrenos en los que se han excavado taludes con fuertes pendientes. Se trata de la "mezcla perfecta" para desencadenar fenómenos de inestabilidad: precipitaciones que caen sobre un terreno complicado en el que se han abierto unos taludes cuando menos mejorables.