Hasta "La Internacional", entonada a voz en grito y puñu enriba, pasó hora y media larga de "aquí se siente el socialismo de verdad", de "nosotros somos la ortodoxia del partido", de aquello tan machacado de que son ellos la candidatura "de la militancia". En el acto de reafirmación de Pedro Sánchez en Gijón, el primero del ex secretario general del PSOE tras la convocatoria de primarias y congreso en el partido, se vendían y veían camisetas rojas con la leyenda "Soy roj@ y de izquierdas" y la diputada asturiana Adriana Lastra inició su intervención con "buenos días, rojos". El aspirante se presentó en Asturias, la tierra que gobierna el presidente de la gestora, para reivindicar "lo mejor de la historia del PSOE", para proclamar que ya Pablo Iglesias, el suyo, "consultaba a la militancia sus acuerdos poselectorales" y para entregarse entero a los afiliados prometiendo que si él gana, "los estatutos recogerán la obligación" de hacer esas consultas.

El mitin vino a ser aquello que dice "La Internacional", un "agrupémonos todos en la lucha final", un intento de exhibición de fuerza y un refuerzo colectivo a la vista de la batalla definitiva de las primarias a la vuelta de la esquina. Ante más de millar y medio de seguidores entregados, con 1.500 sillas colocadas según fuentes de la organización y gente de pie, lleno absoluto (hasta 3.000 personas elevaron la asistencia los organizadores) en el Pabellón de las Naciones de la Feria de Muestras de Asturias, Sánchez esquivó las referencias directas a Javier Fernández. Y a Susana Díaz y a Patxi López. Pero sólo en cuanto a los nombres. Igual ayer que en su acto de diciembre en El Entrego -aquél fue el segundo del recorrido previo al anuncio de su candidatura-, si había desafío fue su presencia para abrir campaña en el Principado y una colección de puyas muy claramente dirigidas hacia la dirección accidental del partido. A la gestora apenas la nombró para exteriorizar su queja por la "inaudita" decisión del Comité Federal del sábado de aprobar las normas del proceso de primarias abriendo "la recogida de avales sin cerrar el censo". Pero "lo acatamos", elevó la voz Sánchez, porque pese a las trabas y los favoritismos no habrá dique que pare el cambio político y la fuerza de la militancia en el PSOE".

De vuelta una y otra vez sobre la misma palabra, proclamó que "la historia es patrimonio de la militancia, no de la alta dirigencia". De regreso constante hasta los mismos hitos de la historia reciente -su dimisión del primero de octubre y la abstención de sus sucesores para dejar gobernar a Mariano Rajoy-, el exlíder socialista pregonó que "cultura de partido es renunciar a todo para mantener la palabra dada ante los votantes, no la dimisión de la mitad de la Ejecutiva para derrotar al secretario general elegido por la militancia". "Que las primarias sirvan", reincidió después, "para que el secretario general no pague con su dimisión el cumplimiento de la palabra dada".

Lo demás que pudo resonar en los oídos de la gestora fueron las referencias, veladas pero muy nítidas, dedicadas a marcar las distancias con sus antagonistas más que en el proyecto en el recuerdo de lo que pasó después del convulso Comité Federal del primero de octubre, en la advertencia de que él sigue siendo aquél del "no es no" -ahora el lema que cuelga a los dos lados del escenario dice "Sí es sí"- y simplificando la batalla entre tres candidatos asegurando que "aquí sólo hay dos opciones, el PSOE del siglo XXI o el del XX, el de la militancia o el de la abstención ante Rajoy". La carga contra "la gran coalición" -"la gran contradicción"- sostiene que tras la abstención "que desdibuja el proyecto socialista" "no ha cambiado nada" -"la gente joven sigue emigrando, Bárcenas en la calle y Rajoy en La Moncloa"- y reivindica "otro tipo de alianzas con fuerzas progresistas. Con los sindicatos, con el SOMA, la UGT, CCOO". Nada aquí sobre Podemos, aunque después Sánchez sí reivindicara el espíritu del 15M, con el que "todos estamos de acuerdo" porque "no cuestionaba la democracia sino su funcionamiento", y criticase a la formación morada aprovechando que el Piles pasa por Gijón: "Me avergüenza", proclamó, "la traición de Podemos a sus votantes al impedir un gobierno socialista en el Ayuntamiento de Gijón".

Le escuchaban en sillas blancas de plástico sus apoyos visibles habituales, la plana mayor del SOMA-FITAG-UGT, con su secretario general José Luis Alperi en primera fila, los exconsejeros del Gobierno regional Faustino Blanco y Graciela Blanco -ésta directora actual del ente público Establecimientos Residenciales para Ancianos (ERA)-, sus excompañeras de ejecutiva la diputada Lastra y la senadora María Luisa Carcedo y un buen grupo de alcaldes, sobre todo de las Cuencas: Adrián Barbón, de Laviana; Enrique Fernández, de San Martín del Rey Aurelio; Marcelino Martínez, de Sobrescobio; José Antonio Mesa, de Allande... También la exalcaldesa de Langreo María Fernández, el exalcalde de Lena Hugo Morán, el concejal ovetense Diego Valiño, el exportavoz en Langreo Laudelino Campelo... De la ejecutiva de la Federación Socialista Asturiana (FSA), una vez más sólo Gimena Llamedo, secretaria de Igualdad y directora de la Agencia Asturiana de Cooperación. A ella y a Graciela Blanco las reconoció en su discurso Adriana Lastra por "valientes", por la posición incómoda en la que las pone la simultaneidad del sanchismo con sus cargos en el Gobierno del Principado.

Allí, casi todos los argumentos los resumía la pancarta que sostenía un militante y que decía en blanco sobre rojo "La principal razón para votar a Pedro Sánchez es que es el único candidato que encarna el 'no' al PP". Además de eso, el aspirante desgranó un proyecto de partido que tal vez podrían suscribir sus adversarios. Abogó por un partido que además de consagrado a la militancia y "de izquierdas" reivindique el feminismo, "la memoria histórica en honor de las víctimas del franquismo", el ecologismo, un Estado "laico" sin religión obligatoria en las aulas, enfocado a evitar el éxodo juvenil y al servicio de "la clase media trabajadora, no de la élite para la que gobierna la derecha".

Desde El Entrego en diciembre a Gijón en abril ha mejorado la escenografía, de aquella tarima desnuda en la calle a este escenario con su logo y su lema y su puesto de venta de merchandising. El sanchismo sí ha cambiado el "congreso y primarias ya" de antes de la convocatoria por la crítica al proceso "demasiado larguísimo" que remarcando la hipérbole señaló la senadora asturiana María Luisa Carcedo en su turno de parlamento. No cambia el "fenómeno fan", ni la turba de "grupies" que persiguen al candidato, ni el "Color esperanza" de la megafonía, la canción de Diego Torres que ya sonaba en El Entrego y que ayer acompañó la entrada de Sánchez, con media hora de retraso, sucediendo a un repertorio de los grandes éxitos del primer Víctor Manuel y a "la sidrina" de Vicente Díaz. No cambia ni la chupa de cuero del candidato, ayer marrón sobre camisa de cuadros, inquietantemente idéntico al atuendo de un niño que se le acercó durante el acto.

Antes que el protagonista principal telonearon al candidato María Luisa Carcedo, René Suárez y Delia Rosa en representación de la plataforma asturiana de apoyo a Sánchez, Adrián Barbón y Adriana Lastra. Carcedo vio desde el atril un "cien por cien PSOE", y ahí coincidió con una frase que ayer también pronunció en Tenerife Susana Díaz, y deseó que tras las primarias "nadie nos vuelva a decir que le robamos el voto", algo que seguro que no diría la presidenta andaluza. Barbón elevó mucho la voz para retratar "un momento histórico", reivindicó la "credibilidad y coherencia" de su líder y cargó a gritos contra los que dicen que el asamblearismo contradice la historia del PSOE. "¿A mí me vais a hablar de historia?", clamó. "¿A los socialistas de Laviana, criados a las faldas de Pablo García -presidente de la FSA-, a nosotros, que conocimos a Emilio Barbón...?" Adriana Lastra, la encargada de presentar a Sánchez -"os dejo con el líder de la izquierda"- le reconoció que "gracias a ti me volví a enamorar de mi partido", de éste que no es propiedad, proclamó, de quienes organizaron "una revuelta de barones para derrocar al secretario general, una gestora para dar el gobierno al PP y ocho meses para que se nos olvidara". Al final, todo terminó como suele, con el camino de Sánchez hacia la salida entorpecido por una muchedumbre de fieles fervorosos. "¿Conseguiste selfie?"