Las últimas semanas han podido leerse en este periódico informaciones en las que se da cuenta de los logros cosechados por los productores de sidra vascos en el mercado estadounidense. Algo que, sin ser nuevo, es noticia por su claro afianzamiento, lo que me recuerda que, alentados por el éxito de su posicionamiento internacional, nuestros vecinos del norte han impulsado recientemente su propia denominación de origen. Nosotros eso lo hicimos hace catorce años ya, y yo me planteo lo siguiente; si con su imitación los vascos avalan nuestro acierto en aquella decisión pionera, ¿por qué no damos ahora un nuevo gran paso? Ha llegado el momento de poner las manos sobre el timón de una nave que por galones nos corresponde. Corren buenos tiempos para nuestra lírica, aquella que se identifica con los valores que exuda nuestra tierra y que se concentran a la perfección en nuestra verde botella: naturaleza, originalidad, salud y calidad. Superados viejos e injustificados mitos, la sidra asturiana puede ser la mejor embajadora de Asturias, pues tenemos un producto de singularidades únicas que estoy convencido de que funcionaría como el abrelatas perfecto hacia el conocimiento de todas las bondades de este privilegiado rincón del mundo. Recuerdo, cuando de visita comercial en Nueva York, nos llevaron a la cervecería más antigua de la ciudad y, al entrar, me invadió una gratificante sensación de familiaridad; aquella vieja puerta de madera, el serrín en el suelo, aquel alegre y bullicioso compartir de la gente? varios amigos comentamos: - ¿esto ye Manhattan o Nava? Lo cierto es que, con más o menos parecidos razonables, en aquel local no cabía un alma. El éxito de ese pub emblemático se basó en su apuesta por lo auténtico y luego supe que, sobre esa esencia de lo original, se reprodujeron un sinfín de alternativas por la ciudad y en las que igualmente se garantizaban hornadas de camareros sudando el salario. Los estadounidenses siempre han tenido un fantástico olfato -y paladar- para apreciar la calidad primero, y potenciar su valor después. ¿Por qué no pensar que nosotros también podemos? Tenemos argumentos de sobra. Por ejemplo el escanciado de la sidra asturiana, que es un procedimiento tan necesario para la degustación de nuestro producto como arrebatadora es la imagen visual que proyecta. Una ritualidad única, que impacta y seduce al mismo tiempo, capaz de despertar inmediatamente la curiosidad del nuevo consumidor, lo que se traduce en un valor comercial impagable cuando se trata de conquistar mercados inéditos. Escanciar es algo que nos pertenece exclusivamente a nosotros, a nuestra sidra. No diré que la calidad también es algo que disfrutamos de forma exclusiva, pues sería faltar a la verdad, pero no es menos cierto que una y otra vez las referencias de voces expertas, como las que se han podido leer recientemente en las entrevistas publicadas en LA NUEVA ESPAÑA, señalan las propiedades incomparables de nuestra bebida y la posicionan como la de mejor calidad del mundo en su género. Con todo, la única barrera comercial que nos podría frenar sería el precio pues -paradójicamente- parece difícil conciliar el marchamo de la calidad con un coste tan bajo, pero este es un mal menor fácilmente conducible a fortaleza con una buena estrategia de comunicación. Los vascos posicionaron su sidra apoyados en su gastronomía, con una pujante y consolidada imagen internacional. Quizás nosotros no gocemos aún de esa musculatura, pero sí tenemos buenos aliados, desde una larga e influyente herencia asturiana en América, hasta poderosas figuras mediáticas que triunfan en EEUU, como José Andrés o David Villa. Es cuestión de convicción y decisión, que no se nos pase el momento. Toca ser ambiciosos, gozar de un sólido respaldo institucional por el bien de todos y utilizar el poderoso arma comercial que representa la sidra asturiana. Nuestra industria vive un relevo generacional maduro en un tiempo en el que además soplan vientos de alianzas que nos harán más fuertes, y la Sidra de Asturias DOP seguirá siendo el mejor guardián de los valores que nos dan la razón aquí y fuera, ahora y en el futuro. Aprovechémoslo.