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Sobre la "operación Hulla"

"La Cava" de las mordidas a la luz del mediodía

El escenario de la corrupción en torno al geriátrico de Felechosa es el bar que organiza la Feria de Abril en Pola de Lena

El negocio de hostelería de Juan Antonio Fernández en Pola de Lena. GEIJO

El bar de Pola de Lena donde se recibían las mordidas de la residencia de mayores de Felechosa se llama "La Cava". Parece escrito que entre "La Minería" y "La Cava" hubiese una galería con actividad oscura y subterránea.

Hasta ahora, el constructor más famoso de Pola de Lena era Ramiro I, el rey del siglo IX que hizo Santa Cristina. Pero hoy se conoce más a Juan Antonio Fernández, el dueño de la constructora Alcedo de los Caballeros y del bar "La Cava", donde, según la Guardia Civil, recibía el dinero de las comisiones que daban las subcontratas, hasta el 8% de unos presupuestos que no se discutían para ajustar ni bajar precios.

Ese dinero, que se estima en 15 millones de euros, se ha de juzgar si llegaba, a principios de esta década, a José Ángel Fernández Villa, secretario general del SOMA-UGT; José Antonio Postigo, presidente del Montepío, y a otros.

Desde "La Cava" se ven las rojas colominas, 270 viviendas subvencionadas que se levantaron en 1967, se oye el rumor áspero de la autovía y se estrella la mirada contra la pendiente verde de la montaña. Hasta la construcción de la barriada minera, esta casa estaba en las afueras, frente al muro que cerraba El Llerón, un terreno inmenso y llano sobre el que se levantó el grupo Santa Cristina y se aplanó la autopista del Huerna.

La casa de "La Cava" tiene una parte de la fachada lucida y pintada en verde; otra, enseña la piedra y el resto presume de galería, reconstruida en una madera preparada para la erosión de la Puerta de Asturias, al pie del puerto. Debajo, hay una terraza interior adornada con petunias rojas, blancas y moradas.

El restaurante tiene varias terrazas que el pasado martes se beneficiaban del sol picón. Dentro, hay varios comedores, en distintos niveles, con un aprovechamiento milimétrico e inteligente del metro cuadrado hostelero.

Sin llegar a las construcciones laberínticas y conspirativas de los vetustos restaurantes de la Barcelona del 3 por ciento, en "La Cava" hay muchos espacios discretos para trasegar a cualquier hora sobres, maletines o el soporte de las mordidas que fuera, en el caso de que se hiciera con disimulo. Quizá no fuera preciso porque las Cuencas presumen de saber lo que pasaba en las Cuencas y las cosas no se escondían: el hijo de Villa era gerente de geriátrico antes de encontrar su vocación de comerciante zapatero.

"La Cava" es un núcleo hostelero que ofrece de todo. Es cafetería, restaurante, bar y, aunque convive con la sidra, se anuncia como vinoteca y responde al modelo. Los camareros, amables, visten el riguroso uniforme de vinotecarios: camisa blanca y pantalón y delantal negros.

En las alacenas las botellas se exponen tumbadas como majas de Goya, vestidas por la etiqueta. Los carteles anuncian que hay caldo, hay chocolate con churros, hay menú del día (primero y segundo con dos a elegir, bebida, postre, café, 12 euros).

En la media mañana del martes no había demasiada gente ni dentro ni fuera. En la terraza se hablaba y en el bar unos parroquianos estaban leyendo el periódico. La decoración interior también se lee: está ploteada con páginas de LA NUEVA ESPAÑA y de "Asturias Semanal" que escribió el inolvidable corresponsal Rebustiello y que cuentan la Nevadona y las historias de Alfredo el de Navedo, cazador y alimañero.

En general, la decoración de este lugar agradable se lee como las actuales novelas históricas: todo parece de otra época, pero nada lo es. La madera tiene el color agrisado de la muy vieja y lavada, los servilleteros son de madera oscura como artesanales; en las mesas de fuera el plástico dibuja mármol, las sillas son de rejilla y las papeleras de mesa, calderos pequeños. El anacronismo más kitsch es la pizarra electrónica donde el menú está escrito a tiza led, y el más inevitable, la música ambiental latina y tórrida.

Aunque ocupa el puesto 15.º entre los mejores restaurantes de Pola de Lena en Trip Advisor, hecha con las opiniones de los clientes, "La Cava" tiene casi mil amigos en Facebook y la fama que le da organizar la Feria de Abril en L.lena. No es fácil saber si este local con un dueño tan atento al dinero distraído da mucho, pero se sabe que recibía en abundancia.

En el mediodía soleado del martes no se veía mucha gente ni dentro ni fuera de "La Cava", pero la había porque no queda una plaza donde aparcar. En los patios del grupo Santa Cristina -como en cualquier otro rincón de Asturias- se paseaban perros y no había niños. Una paz aburrida en lo que fue el último escenario de guerra minera hace cinco años, cuando cortaron la autopista, ardieron las barricadas y los antidisturbios hirieron con pelotazos a una mujer y a una niña que estaban asomadas a la ventana.

En aquellos días, el Gobierno absoluto de Mariano Rajoy recortó el 60% de las ayudas al carbón de los Presupuestos Generales del Estado y José Ángel Fernández Villa se encaró a la Policía Nacional en El Musel (Gijón): "Llevo sesenta años en primera línea de este negocio, sufrí la represión en el franquismo y no acepto la represión en democracia". Hace tres años que se sabe que ése no era su único negocio.

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