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De la construcción a la plantación de arándanos

Carlos Javier Villaverde montó en plena crisis del ladrillo una explotación en Posada (Llanes) de la que hoy vive: "Fue un cambio brutal"

Detalle de frutos de variedades más tardías, aún por madurar.

De gruista a agricultor. La vida de Carlos Javier Villaverde, llanisco de 47 años, cambió de forma "brutal" hace cinco años cuando la crisis del ladrillo le obligó a cimentar un nuevo futuro. Pensó en el campo y en el arándano, cuando aún era un cultivo "raro" en la región. Fue así cómo montó su propia explotación en ecológico "a modo de experimento" en una pequeña finca de 6.000 metros cuadrados en Quintana (Llanes). La prueba en el laboratorio de la naturaleza cuajó y ahí sigue Villaverde, mimando día a día su fruto de oro. El trabajo en el campo, dice, es tan duro como en la construcción, aunque "aquí estás a tu aire". "Parece que no, pero esto requiere mucho esfuerzo. Hay que podar las plantas durante todo el año y en cada una de ellas echas más de diez minutos", expresa.

Villaverde cuenta con un buen consejero: su padre Antonio Diego Llaca, a su vez vicepresidente de la cooperativa Picos de Europa Berries y vocal en la Asociación de productores de pequeños frutos de Asturias. "Siempre me interesó el arándano y conocía sus propiedades (rico en vitamina C, fibra, capacidad antioxidante...)", asegura este jubilado de la enseñanza de 66 años. En cierta medida no dejó de enseñar, como dice su familia, ya que cada explicación sobre el arándano se convierte en una clase magistral. "Cuando empezamos con esto en 2012 debía haber en Asturias sólo diez hectáreas de pequeños frutos. Fuimos pioneros", recalca Llaca. Ahora hay más de 155 hectáreas, que siguen creciendo cada año. Pese a ello, el exmaestro lamenta que en el campo todo esté orientando al turismo como alternativa al ganado: "Para la agricultura no miran".

La plantación familiar de Carlos Villaverde está ubicada en un entorno privilegiado. Alejada de toda carretera y rodeado de montañas y de un pequeño río llamado Calabres. Allí se producen al año unos 3.000 kilos de cinco variedades diferentes (de la más temprana a la más tardía). Todo en ecológico, todo natural. "No es una cuestión de dinero, es una cuestión de conciencia", dice Llaca sobre la apuesta de su hijo por una producción libre de productos fitosanitarios que, sin embargo, no es valorada en el mercado como se merece. Cada arándano que brota de la planta es recogido a mano, con sumo cuidado. "Hay que tocarlo una vez y ya no más. Tampoco limpiarlo, porque la cera que lo rodea (pruina) recoge las mayores propiedades del fruto", concluyen.

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