Mientras que media España se asfixia con una ola de calor africano -más de 40 grados en Sevilla-, Asturias se sumerge en el orbayu. La niebla, favorecida por el afloramiento de aguas frías en el Cantábrico, explica la reaparición de la fina lluvia que tanto identifica a la región. No obstante, el típico calabobos va a menos a consecuencia del cambio climático. Expertos, como el catedrático de Ecología de la Universidad de Oviedo Ricardo Anadón, advierten de que la forma de llover está cambiando al ser cada vez más frecuentes los chubascos en sustitución del orbayu. Después de un sábado de ahogo con temperaturas por encima de los 28 grados, ayer los termómetros llegaron hasta los 25,4 en San Antolín de Ibias.

Ese bochorno tiene mucho que ver con el orbayu. El delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Manuel Antonio Mora, explica que el origen de la abundante nubosidad baja o bruma que afecta estos días al Cantábrico se encuentra en el afloramiento de aguas frías en el mar, provocado por los vientos del Nordeste. "Este fenómeno conocido como 'upwelling', surgencia o afloramiento de aguas profundas arrastra la capa superficial de agua, la más caliente, que es repuesta por aguas más profundas y por tanto frías, dando lugar a la condensación del aire cálido con gran contenido de humedad que reposa sobre el mar", comenta Mora. Así es cómo se forman las nieblas, que son arrastradas por el viento hacia la costa, llegando a penetrar varios kilómetros en el interior y siendo retenidas por las montañas.

Estos bancos de niebla propician los calabobos, aunque responden a un mecanismo más complejo que aborda la microfísica de las nubes. A la nubosidad baja hay que sumar las ligeras corrientes verticales de aire o las turbulencias internas que producen el "crecimiento de las minúsculas gotitas de nube por colisión o coalescencia hasta formar gotitas de llovizna, que caen por gravedad sobre la superficie". Un factor clave en este fenómeno es la orografía asturiana, que facilita las corrientes verticales de aire en capas bajas al existir un entorno de estabilidad.

Pese al chubasquero y al paraguas, los termómetros subieron ayer en el Principado hasta los 25,3 grados de máxima en San Antolín de Ibias. Por detrás estuvieron Degaña (25,1), el puerto de Leitariegos (24,9) y Pajares (23,3). En la costa, las temperaturas fueron por contra más bajas y ninguna localidad superó los 20 grados. La mínima se registró en Leitariegos: 8 grados a las dos de la madrugada. Estos números contrastan con los del resto del país, que vive una ola de calor africano con temperaturas de más de 40 grados. Y eso a principios de junio. Lo peor está por llegar, según la previsión que maneja la Aemet. Hay un 50% de probabilidad de que este verano sea más cálido que el anterior y que por tanto se batan todos los registros.

La masa de aire cálido se mantendrá sobre la Península hasta al menos el fin de semana. Asturias, por contra, se subirá poco a poco a la ola de bochorno. Hoy los termómetros estarán en ascenso, siendo menos acusada la subida en el litoral, pero habrá lluvia. No orbayu, sino chubascos, que podrán ir acompañados de tormentas, pudiendo ser localmente fuertes en el interior durante la segunda mitad del día. Para mañana se esperan, según el pronóstico de la Aemet, cielos mayormente despejados, aunque no se descartan precipitaciones, y el mercurio seguirá subiendo. Así, y mejorando, hasta el sábado y domingo como mínimo.

La Confederación Hidrográfica del Cantábrico activó el jueves el nivel de prealerta en el Cantábrico occidental ante el temor de que haya problemas de abastecimiento de agua en el verano. Algunos ayuntamientos, como el de Siero y el de Oviedo, ya han tomado medidas al reducir el riego de jardines y el baldeo regular de calles. El campo teme pérdidas si el calor aprieta este estío.