La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El último golpe sobre el yunque

Armando Berdasco Fernández recuerda el viejo y desaparecido oficio de la ferrería, que ejerció junto a su padre en La Rebollada (Somiedo)

Armando Berdasco golpea el viejo yunque. ANA PAZ PAREDES

Mucho cambió su pueblo, La Rebollada, en Somiedo, desde que su padre era ferreiro hasta hoy. "Tanto la vida en sí como las propias casas. Ahora viven pocos vecinos, pero también es verdad que casi todas las viviendas están cuidadinas. En fin de semana, pero sobre todo en verano, se llena con las familias que, viviendo fuera, regresan con los suyos", señala Armando Berdasco Fernández, natural de este pueblo somedano y último ferreiro de la zona, nacido el 20 de diciembre de 1933. "Ferreiros fueron mi padre y uno de mis hermanos. Yo también hacía trabajinos con mi padre, aunque me marché joven para Avilés, pero iba y venía, y en cuanto me quedaba una temporadina también trabajaba en la fragua", relata.

Nació Armando en la "casa de abajo", donde está la ferrería, ya cerrada hace tiempo y en cuyo interior se mantienen vivos muchos recuerdos. "Mi padre, además de su trabajo como ferreiro, hacía también de todo. Como tanta gente de La Rebollada, también hacía madreñas y carros del país. Elaboraba herramientas para la fabricación de las madreñas como llegras, taladros, zuelas y raseros: en este pueblo sólo nosotros éramos ferreiros. La fragua se alimentaba con carbón vegetal que hacíamos en los montes. Nadie se puede imaginar el trabajo que costaba producir aquel carbón en el monte, era tremendo", recuerda. Y añade que su vida transcurrió entre Avilés y su pueblo: "Cuando ya no estaban ni mi padre ni mi hermano, cuando yo venía pues me ponía a trabajar en la ferrería porque siempre te llegaba gente pidiendo alguna cosa y a mí el trabajo me gustaba mucho". Había gente que solicitaba la fabricación de alguna herramienta. "Tenían tanta fe en la forma de la herramienta, en que cortase bien, que había que hacerla bien por narices, te lo exigías a ti mismo. Era fundamental que cortase bien y el temple. Si haces un corte muy bonito y muy pinturero pero no corta bien, no sirve para nada. El temple y la dureza son importantísimos", matiza.

Durante muchos años, Armando Berdasco trabajó en diferentes puestos en Ensidesa, hasta su jubilación. Sin embargo, jamás olvidó el oficio con el que nació y que vio ejercer en su casa natal. "A mí me encargaban herramientas y las hacía. Por ejemplo, todas las de los madreñeros, los araos de aquella época, hachas, herraduras... en fin, lo que se me pidiera", recuerda.

Las puertas de la ferrería de La Rebollada, la última de su pueblo, ya se cerraron hace unos cuantos años; sin embargo, Armando Berdasco la sigue teniendo muy presente en su vida y en su memoria, como es lógico. "Las ferrerías fueron desapareciendo por la edad de los ferreiros, pero también por la marcha de la gente de los pueblos. Se marchaban las familias y quedaban solos, sin gente que demandara su trabajo, y así acabó desapareciendo, como pasó con los madreñeros: de los que aquí, en el pueblo, sólo queda Pepe. Yo aún recuerdo la última pieza que hice: una llegra", rememora.

Compartir el artículo

stats