César T. J. el ovetense guarecido desde hace una semana bajo un puente de La Fresneda (Siero) permance en el área del urgencias del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) a la espera de que lo valoren los trabajadores sociales. El hombre fue trasladado ayer al centro hospitalario en ambulancia tras ser convencido por unos amigos.

Los médicos señalan que el principal problema de César T. J. en estos momentos es social y no de salud. Se supone que será prioritario convencerle para que reanude los tratamientos de las enfermedades que padece.

Su historia es estremecedora. "Llevo en silla de ruedas desde 1989", relata. Dejó de caminar pocos meses después de que le diagnosticaran una polineuropatía bilateral degenerativa. Creció en el barrio de Ventanielles y, siendo adolescente, estuvo metido en el mundo de la droga. Ha pasado por la cárcel. También cuenta que es portador del VIH -virus causante del sida- y recuerda muy bien el nombre del médico que le trataba en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Padeció una hepatitis C de la que fue tratado el año pasado en el Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander, y de la que se considera curado casi del todo. Le duelen mucho las piernas. "Si me pongo de pie, me dan espasmos", explica. Sufre una fuerte depresión y confiesa que ha intentado quitarse la vida "cuatro o cinco veces".

Tiene madre y tres hermanas que viven en Oviedo, y un hermano que reside en un pueblo del concejo de Mieres; pero admite de buen grado que "no pueden llevarme a su casa, no pueden ayudarme porque en sus casas no tienen sitio y porque allí no puedo manejarme con la silla de ruedas". Y, pese a todo, César T. J. no reprocha nada a nadie. No busca responsables de su situación.

Más aún, en su conversación de ayer con LA NUEVA ESPAÑA se reconoce admirado del montón de gente que estos días se ha parado a preguntarle si necesita algo, o se ha acercado al puente a llevarle algo de comer y beber. A unas decenas de metros del puente tiene un Alimerka, y a una distancia similar el Carrefour. En plena conversación con este periódico, un joven se le aproxima y se interesa por él. Sabe su nombre: "David pasa por aquí todos los días camino del trabajo". Más tarde se acercan dos chavales. En una semana, casi se ha convertido en un vecino más de La Fresneda.