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Un destino emblemático de la montaña asturiana

Atasco en el Urriellu, con decenas de escaladores en las jornadas de sol

El aluvión de aficionados a la montaña en la última década proporciona "días en los que la vía más sencilla parece la cola de un supermercado"

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Atasco en el Urriellu, con decenas de escaladores en las jornadas de sol

Días de mucho, vísperas de nada. También funciona el refrán en el Urriellu, que pasa de atestado a vacío de un día para otro, según pinte la climatología y el pronóstico del tiempo. El pasado fin de semana, sin ir más lejos, escalaron el Picu más de doscientas personas. Y solo dos días más tarde no lo hizo ni una sola. Este vaivén no ha dejado de repetirse desde el pasado mes de junio.

"Se nota muchísimo cuando hay buen tiempo", destaca Tomás Fernández, guarda del refugio de la vega de Urriellu. Junio fue "muy bueno, como nunca", mientras que julio, a pesar del "boom" del anterior fin de semana, está siendo "regular tirando a malo", dice. Y pese a que, "hay días que parece que todo el mundo quiere subir al Urriellu" el refugio, con 96 plazas, no se ha llenado nunca en lo que va de año. Y seguramente solo lo hará "el 15 de agosto y algún fin de semana de septiembre, si hace bueno", añade.

Aunque suene paradójico es precisamente el hecho de que haya muchos días seguidos con mal tiempo lo que provoca la avalancha de montañeros y escaladores en el Urriellu. "Están todos esperando a que salga un rayo de sol, a que haya un día despejado, así que en cuanto sucede, y más si es fin de semana, vienen todos en manada, como si se pusieran de acuerdo", señala Fernández.

Con buen tiempo pueden juntarse escalando el Urriellu decenas de personas, y como muchos suben y casi todos bajan rapelando por la vía más sencilla, la "Directa de los Martínez" -gran clásica del Picu, abierta en la cara Sur en 1944 por los guías Alfonso y Juan Tomás Martínez-, esta acaba pareciendo por momentos la fila única de un hipermercado, con "treinta o cuarenta personas esperando para rapelar", apunta Fernández.

No es nuevo, "hace diez años que ocurren estas cosas", porque "cada vez escala más gente y cada año va más gente al monte". "Antes solo escalaban los montañeros, ahora lo hace casi toda la sociedad, es un hábito de vida. No es una moda, sino una necesidad", destaca el guarda cabraliego. Y a todo ello ayuda, por un lado, la publicidad que hacen el Principado, el Ayuntamiento de Cabrales, la Federación de Montaña y el propio refugio, y por otro, el Picu, que es "singular, única en el mundo", según Fernández.

Tampoco estos atascos puntuales son exclusivos del Urriellu. "Al Mont Blanc suben 50.000 personas al año y al Cervino 100.000. Somos afortunados de tener en Asturias esta montaña. Hay que cuidarla y ordenarla", señaló Fernández, quien recuerda cuando, a últimos de junio, a las 11 de la noche, llegó a haber 90 personas en el refugio y más de 200 en tiendas de campaña y vivaqueando fuera. Es verdad que hay días en los que coinciden más de 50 personas escalando, pero esto no es comparable a las grandes montañas de los Alpes, muchísimo más masificadas. De hecho, los visitantes se concentran en cuatro puntos concretos del parque nacional de los Picos de Europa: la ruta del Cares, Fuente Dé, los Lagos y el Picu Urriellu, y "en el noventa y nueve por ciento restante no hay nadie", resalta Fernández.

El mayor peligro cuando se junta tanta gente, sobre todo en la cara sur del Urriellu, es la caída de piedras. Hay que estar siempre "con los ojos abiertos" y actuar "con precaución", aconseja el guarda.

Joaquín Álvarez Sánchez, "Xuacu", afirma que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) está "matando" al colectivo al que pertenece, el de los guías de montaña. Porque demasiadas veces anuncia mal tiempo, lluvia, orbayu o tormenta, y seguramente sí que ocurre en los valles y las zonas más bajas, pero en las alturas luce el sol y está el cielo totalmente despejado. Así se "estropean" muchas jornadas "perfectas para la escalada". Por eso Álvarez reclama que se ofrezca el pronóstico del tiempo por cotas, por alturas. "Puede estar orbayando en Sotres", a 1.050 metros de altitud, "y en la vega de Urriellu", a 1.960 sobre el nivel del mar, "lucir el sol y estar a 27 grados", destaca el guía, que afirma que esa deficiente información meteorológica está incidiendo negativamente en los resultados económicos del sector.

Joaquín Álvarez asegura que este verano está habiendo menor volumen de trabajo que el anterior, porque aquel fue "majestuoso" por el buen tiempo. Este año, por el contrario, ha habido hasta ahora "pocos días buenos, y en esos hay tal saturación que no damos abasto". El tiempo cambiante hace que "un día haya veinte personas en el refugio y al siguiente trescientas entre el refugio y el exterior, y lleno de tiendas todo el camino a la cara Sur", apunta Álvarez.

José Luis García, madrileño de Getafe de 35 años y asiduo visitante del oriente de Asturias, pisó por segunda vez la cima del Urriellu el pasado sábado. "Aquello parecía el Camino de Santiago, había mucha gente escalando y muchísima esperando para bajar", indica el montañero, que en su primera experiencia, hace dos años, vivió justo lo contrario: subió por semana y "no había casi nadie". Asegura que repetirá el año que viene. Antonio Gallo, ovetense de 23 años con raíces en Tielve (Cabrales), subió al Picu el 14 de julio. Al contrario que José Luis García, este aficionado no se encontró con mucha gente en la pared porque "abajo había niebla y todo el mundo pensaba que iba a ser un día malo". Pero arriba se encontró "con un mar de nubes espectacular y sol". Era la cuarta vez que estaba en la vega de Urriellu y la primera que pisaba su cima. "Una vez en la vida lo quería subir. La experiencia merece la pena, volveré a subir, y con guía", adelanta.

Julio Gómez, de Valdemoro (Madrid), tiene 50 años y escaló por primera el Urriellu en junio de 2016. Lo hizo "entre semana, para evitar atascos" y por una razón de peso: no hace mucho que murió un buen amigo suyo, "muy deportista", al que le encantaba el Picu y deseaba con todas sus fuerzas hollar su cima. Pero no podía, porque tenía vértigo. Así que Gómez escaló con una foto suya y le rindió homenaje. "Me gustó muchísimo la experiencia, aún más emotiva por esa circunstancia", asegura Gómez. Asegura que volverá este verano.

Roberto Martínez, madrileño residente en Toledo, de 51 años, tenía "pendiente" subir al Picu Urriellu "desde hacía muchos años". Montañero desde chaval, subió este viernes, acompañado por un guía, y no halló mucha gente en el camino a la cima. Claro que no subió por la vía más concurrida, sino por otra con mayor dificultad, la conocida como "Amistad con el diablo", en la cara Este, abierta en 1980 por Christian Marín y Alfredo Íñiguez. Ayer cubrió, con guía el mismo, la cresta Cabrones-Torrecerredo, una travesía que inauguraron en 1958 los hermanos Regil. "Estoy encantado, merece la pena", afirma.

Edurne Delgado, bilbaína de 39 años, subió al Picu una vez, el pasado mes de octubre. "Era un objetivo en mi vida. Subí a la vega de Urriellu con mi padre cuando tenía 11 años y me quedé mirando y dije que quería escalarlo", señala la montañera vasca, que tenía aún otra razón más: su nombre significa en castellano "Nieves", y es precisamente una imagen de la Virgen de las Nieves la que preside la cima. No halló mucha gente en aquella escalada, pero sí la última vez que estuvo en la vega de Urriellu, el pasado 10 de junio, porque se celebraba la Travesera integral "Picos de Europa", una durísima prueba atlética con 74 kilómetros de recorrido, con más de 6.500 metros de desnivel, que "mueve" a muchos aficionados. Delgado lo tiene muy claro: "el Urriellu es mágico". Por eso y porque le ha encantado la experiencia asegura que volverá "todos los años" para escalarlo "por diferentes vías".

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