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La invasión de la garrapata urbana

La entrada frecuente de fauna en las ciudades, como el caso de la corza de Avilés, desata las alarmas entre los expertos por la expansión de parásitos

La invasión de la garrapata urbana

Primero fueron los jabalíes, ahora son los corzos y mañana serán los zorros. La fauna salvaje entra ya con descaro en las ciudades. Así sucedió el pasado jueves en el centro histórico de Avilés con una corza, "Rebeca", que se coló en la terraza de una casa del parque de Cabruñana. Pero la invasión que realmente preocupa a los expertos es imperceptible: la de la garrapata urbana. Este parásito, que viaja enganchado a la piel de los animales, es una "bomba" de transmisión de enfermedades, como el Lyme, presente en Asturias. Los últimos estudios, realizados por el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida), apuntan además a un incremento de estos vectores en zonas de matorral, donde habita la fauna silvestre.

"Llegan encima de jabalíes o de corzos, que ahora vemos -y seguiremos viendo- en jardines, parques o alrededores de chalés, como está sucediendo en toda Europa", advierte Gerardo Pajares, cazador, veterinario y miembro de la Asociación del Corzo Español. El experto sostiene que la tendencia de crear zonas verdes en las ciudades aumenta el riesgo de sufrir la picadura de una garrapata. En ellas, el parásito encuentra condiciones suficientes para sobrevivir: áreas húmedas -son sensibles a la desecación- y multitud de hospedadores de los que alimentarse: sean perros o personas.

El caso de la corza "Rebeca", afirma el veterinario, responde a un "movimiento errático en plena época de celo". "Esto siempre pasó; la especie vive en zonas periurbanas. En Londres por ejemplo es habitual verlos en el centro de la ciudad", explica Pajares, funcionario en la Consejería de Desarrollo Rural, que insiste en que "no se puede hablar de invasión". De haber una próxima, ésa sería la del zorro: "Es el candidato a ver pronto por el centro de Oviedo". ¿Por qué? "Aprovecha los recursos periurbanos de una forma agresiva", contesta.

De una segunda oleada de fauna salvaje ya avisó en febrero el biólogo Juan Herrero, profesor de la Escuela Politécnica Superior de Huesca, en un seminario sobre el jabalí urbano. "Vamos a acabar viendo ciervos y corzos en los parques. Es un fenómeno que ocurrirá y que nadie podrá controlar fruto del abandono del medio rural", expresó en aquella ocasión en Mieres. De ello no hay duda: corzos como "Rebeca" seguirán frecuentando las urbes asturianas. Eso sí, su "conquista" nada tendrá que ver con la actual del jabalí.

El profesor de Zoología de la Universidad de Oviedo y autor del plan de control del suido en Oviedo, Carlos Nores, detalla que hay una "diferencia notable" entre el jabalí y el corzo. "El primero se alimenta de basuras, mientras que el segundo no: es herbívoro; podría decirse que es vegetariano", indica. Por tanto, las apariciones de cérvidos en los núcleos urbanos son "más difíciles de explicar". Están más relacionadas con "despistes" y la proximidad de su hábitat, situada en la periferia de los pueblos. "Un ejemplar puede huir en un determinado momento y despistarse. Ve gente e intenta alejarse de esas perturbaciones. Pero puede hacerlo en dirección al monte o en dirección contraria. Eso es lo que pudo sucederle a 'Rebeca'. El corzo es más desconfiado que el jabalí", argumenta el biólogo. Aunque también puede habituarse a la presencia humana.

Carlos Nores asegura que los animales con un ciclo de vida corto pueden acostumbrarse a las personas con mayor facilidad, porque "se les olvida el comportamiento aprendido por generaciones anteriores". El corzo vive "como mucho" seis años. Un estudio de la Universidad de Oviedo realizado en un coto de Valdés demostró que por cada corzo abatido por un cazador, cuatro morían por causas naturales antes de los seis años. Asimismo, otro trabajo reveló que los ejemplares atropellados son machos y jóvenes. "Cuando las madres entran en celo y se cruzan con otro macho, éste echa a sus crías, que buscan zonas seguras. Y esas áreas están cerca de las ciudades", cuenta Nores. Éste, sin embargo, no fue el caso de "Rebeca", ya que los machos "no echan a sus futuros ligues".

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