El fin de semana del Sella y el Xiringüelu, con su reguero de incidentes, incluidas detenciones con drogas, una carga policial y semana del Sellaincluidas detenciones con drogas,una carga policialhasta un vídeo sexual, ha reabierto el debate de las grandes romerías en Asturias. Muchos se preguntan si estos eventos ineludibles del verano asturiano han crecido demasiado, hasta hacerse inmanejables. Y surgen voces favorables a que vuelvan a su esencia original, aunque quizá sea tarde para eso. "Volver a los orígenes, a la romería de las familias, sería acabar con la fiesta", cree Alberto Blanco, presidente de la peña El Espantayu, que participa todos los años en el Xiringüelu.

Para Blanco, excesos los ha habido siempre y son inevitables. Lo que ha cambiado es que "la gente tiene móviles y graba todo". Pero Blanco cree que el camino tomado por la Cofradía del Xiringüelu es el adecuado: "Más seguridad, más controles y tratar de dividir las zonas de botellón y casetas. La del botellón no me gusta, pero si se prohíbe se acaba con la fiesta", opina. Para Blanco, el desfase del Xiringüelu está controlado.

Adolfo Alonso, presidente de la Cofradía del Xiringüelu, admite que es difícil hacer convivir tradición y nuevas costumbres, pero "tienen que convivir sin que se pierda la esencia; si sólo se va a buscar el mayor número de gente, se muere de éxito". Para Alonso, las fiestas de prau hay que adaptarlas a los tiempos, pero hay que cuidarlas. La posibilidad de incidentes tampoco se cura con más vigilancia. "No podemos poner torretas como en un campo de concentración, se trata de una fiesta", añade. No obstante, la cofradía seguirá con su intento de que no se pierda la esencia.

La próxima gran cita romera en Asturias será San Timoteo, en Luarca. Los organizadores miran de reojo lo ocurrido en las otras grandes citas fiesteras de Asturias y se tientan la ropa. Los organizadores conjuran el riesgo apelando al civismo de los romeros y advirtiendo de que "la vigilancia va a estar más reforzada que nunca", según indica el presidente de la Cofradía de San Timoteo, Antonio Suárez. "Eso nos da mucha confianza", añade. En San Timoteo, el año pasado, también hubo un incidente a última hora, cuando un energúmeno tiró una botella al escenario. Bastó el simple despliegue de los antidisturbios, sin carga policial, para mantener los ánimos tranquilos. El ambiente festivo, léase los excesos alcohólicos, "los ha habido siempre", sentencia Suárez, "pero no era el desmadre de ahora". Poco se puede hacer, salvo constatar que "los tiempos cambian" y acordarse de cuando San Timoteo era una fiesta familiar.

Hay fiestas que fueron de restallu en su día y que se han terminado apagando. Una, la de Cudillero, que era una cita ineludible al principio del verano. Otra, sin dura, la de Ranón, en Soto del Barco. Los vecinos de esta localidad saben muy bien lo que supone que una fiesta se vaya de las manos. Hace unos años plegaron velas y pasaron a organizar una fiesta más pequeña y familiar. "Murió de éxito, se hizo demasiado grande y se convirtió en un desmadre", admite Jorge Noval, presidente de la asociación de vecinos. Un año llegaron a contratar a la "Orquesta Platería", un puntazo para la época. "Los primeros años fue muchísima gente, luego llegaron las drogas y el botellón. Aquello era una fiesta que se financiaba con la venta en el bar y que la gente trajese bebida de fuera mermaba los ingresos. Al final era demasiado trabajo para una fiesta que disfrutaban los de fuera. Hubo que parar", añade. Para Noval, la encrucijada que viven algunas fiestas sólo tiene una salida: "Volver a la esencia. Los amantes de las fiestas de prau reniegan de lo que hay ahora. El fin de algunos no es reunirse con sus amigos y la familia a pasar un buen rato, sino emborracharse y drogarse".