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Alerta en una jornada de bochorno en Asturias

"No querían hacer pasto, sólo el mal"

"Si hubiera Dios los castigaría", imploran contra los incendiarios los vecinos de Seroiro, cercados por las llamas y preocupados por su ganado

Eva Méndez y Ana Vega Díez, en Seroiro, con el fuego al fondo. IRMA COLLÍN

"Tengo 85 años y esto nunca lo vi. No querían hacer pasto, sólo hacer el mal, quemar el pueblo", aseguraba ayer Carmen Díaz Fernández, vecina de Seroiro, uno de los pueblos del Valle de Ibias que desde la noche de anteayer sábado viven en vilo y en trance de perderlo todo, casa y hacienda, en un devastador incendio al que a la hora del cierre de esta edición combatían los servicios del Principado y cincuenta soldados de la Unidad Militar de Emergencias.

"Estábamos terminando de cenar cuando empezó el fuego. Llegó hasta muy cerca del pueblo. Menos mal que lo paró una pista que hizo de cortafuegos", aseguró José Alberto Méndez, otro vecino de Seroiro. La sierra a cuyos pies está el pueblo ofrecía un triste aspecto: totalmente carbonizada. Pero la pesadilla, a últimas hora de la tarde de ayer, no había finalizado. Un cambio del viento hizo que las llamas volviesen hacia el pueblo. "Ayer (por la madrugada del sábado) quemó la parte de arriba del pueblo. Esta noche (por ayer) va a quemar la de abajo, si no corta la carretera. Vamos a pasar otra noche en vilo", dijo Eva Méndez.

"Pasamos toda la noche despiertos, en la cocina, viendo aquellas llamas en la oscuridad, con mucho miedo de perderlo todo", añadió Carmen Díaz Fernández. "Si hubiera Dios, castigaría a esas personas", imploró. Con el fuego aún sobre sus cabezas, los vecinos pasaron toda la jornada tratando de llegar al ganado, que tenían en los pastos del monte. Manuel Díaz, un ganadero octogenario, aseguró que no encontraban tres vacas, y que sus hijos habían subido al monte a recuperar otras cuatro con sus tres xatos. "Arde hasta el campo, no solo el monte", aseguró. En todo el suroccidente era patente el efecto de este incendio descontrolado, para el que no sirven los cortafuegos y los incendios técnicos. Una extraña calima anaranjada cubría el cielo. El olor a humo lo impregnaba todo, incluso se notaba en Cangas del Narcea. En San Antonlín de Ibias caía el hollín de los fuegos, obligando a los hosteleros a limpiar las mesas y las sillas de las terrazas.

Desde Seroiro, las llamas pasaron hacia Folguerias, donde llegó a lamer las casas. Los esfuerzos de los bomberos del SEPA, las brigadas de refuerzo y las cooperativas forestales se centraban ayer en esta localidad, también en Valvaler, el caserío de Forna y Morentan. Incluso estaba amanazado el Monasterio del Coto. Imposible llegar hasta estas localidades para chequear el efecto del fuego. La carretera entre Ibias y La Regla, en Cangas del Narcea, por el Pozo de las Mujeres Muertas, quedó cortada en la tarde de ayer. La única vía que comunicaba Cangas con Ibias era el pesado, interminable y peligroso puerto del Connio.

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