Sin duda, una de las grandes anécdotas del violento atraco del pasado martes lo protagonizaron dos cazadores, que prestaron sus chalecos antibalas a dos guardias que estaban apostados cerca del banco sin protección alguna. El gesto ha sido recalcado por la Unión de Guardias Civiles, que considera que no pueden ir “vendidos” a actuaciones tan peligrosas, aunque también es verdad que la operación se desarrolló con una gran profesionalidad.

Otra anécdota la protagonizó un ciudadano rumano que cruzó un vehículo en medio de la carretera. Mucha gente pensó que se trataba de un tercer atracador, pero este ciudadano tan solo trataba de interponer el vehículos entre los atracadores y las personas que se encontraban en ese momento en la calle. Quizá por este motivo se extendió desde el primer momento la especie de que había más de dos atracadores. En realidad, los dos ladrones habían dejado aparcado su Passat junto al puente romano, y se habían paseado por la ciudad antes de entrar en la sucursal de Liberbank. Algunos testigos, que los confundieron con obreros, los vieron merodear por el Sabadell Herrero. Todos estos movimientos hacen pensar que no tenían muy planificado el atraco. Entre los vecinos de Cangas de Onís ha causado extrañeza que eligiesen esta ciudad para cometer un robo de estas características, debido a las escasas vías de escape con que cuenta.

El robo tuvo final feliz para los rehenes, a quienes el atracador Juan Carlos Sahagún aseguró que no les iba a hacer daño. Las cajeras fueron liberadas sin ningún rasguño. Compungidas abrazaron entonces a sus familiares, que siguieron en todo momento el operativo de rescate desde los aledaños; por protocolo fueron atendidas por personal sanitario. Quienes las conocen coinciden en señalar que pasan por momentos duros.