"Eso puede ser un tukul (choza de barro) o una roca: indica que está ahí, pero como no tenemos claro qué puede ser, no lo definas", le explica Juan José Arévalo, encargado de cartografía de Médicos Sin Fronteras, a uno de los asistentes al "Mapathón", una iniciativa que ayer impulsó la ong en Oviedo en colaboración con la Escuela de Ingeniería Informática. Consiste en realizar mapas de lugares aún sin cartografiar del mundo usando fotos de satélite.

Los participantes pudieron tomar conciencia de uno de los problemas más acuciantes a los que se enfrenta la organización sanitaria en sus misiones: los lugares a los que van son tan precarios, que a veces ni siquiera aparecen en un mapa como es debido.

A través de la herramienta "Missing Maps", Médicos Sin Fronteras puede organizar sus expediciones. La aplicación funciona de manera interactiva. A partir de imágenes tomadas por satélite, usuarios voluntarios acceden a ella con la idea de señalar carreteras, poblados o ríos. Esto resulta útil en casos como el del asalto al campo de Malakal, en Sudán del Sur, arrasado por una de las milicias que guerrean en el país. La población de ese campo huyó en desbandada por lo que para poder localizarla, fue necesario rastrear las zonas por las que pudieron haber escapado a través de "Missing Maps".

El programa resulta sencillo e intuitivo. Funciona por celdas, colores y la certeza en que lo que se identifica sea realmente eso. En función del grado de confianza, se asigna un color u otro. Posteriormente, ese mapa es ratificado por usuarios que atesoren más experiencia. La herramienta es de libre uso y se ha empleado en otras situaciones límites, para analizar terrenos devastados, como por ejemplo México tras el pasado terremoto de septiembre. Al "Mapathón" acudieron personas de todas las edades, pero fundamentalmente estudiantes de Geografía. Álvaro Fernández, de primer curso de esta disciplina, comentó que "en España tenemos mapas muy definidos y no somos conscientes de las necesidades en otros países como Sudán del Sur". Carlos Castrillo, también geógrafo en ciernes, creyó que había descubierto "lo que parece un poblado". Tuvo más suerte que su compañera, una alumna de Erasmus de la República Checa de 25 años llamada Klara Vediva, que lamentaba no haber podido encontrar nada.