"Camino, hablo, canto". También nada, y fue campeona de España. Y además ha grabado un disco, prepara el segundo, trabaja como actriz y no, en el teatro no la quieren sólo para hacer papeles de chica enferma. Miriam Fernández, madrileña, 27 años, ha ido haciendo casi todo lo que le dijeron que nunca podría hacer. El diagnóstico dictaminó que la niña había sufrido una parálisis cerebral durante el parto y que no hablaría ni andaría, que no razonaría ni tendría una vida "normal". Error. Su ejemplo de superación, su historia dura contada desde detrás de una rotunda sonrisa acabó poniendo en pie a los 2.000 jóvenes que llenaban la sala principal del Palacio de Congresos Ciudad de Oviedo. En la convención de la fundación "Lo que de verdad importa", que patrocina LA NUEVA ESPAÑA y que ayer dejó en Asturias su mensaje difusor de historias inspiradoras, ejemplarizantes e ilustradoras para adolescentes, la ovación siguió a la ponencia de Miriam y a la canción de la película de Disney "El Príncipe de Egipto" que la joven interpretó para despedirse, que cierra la última estrofa con un pertinente "podrás si tienes fe".

Miriam camina. Con un andador, pero camina. Cuenta que sus padres biológicos, jóvenes y humildes, la dieron en adopción conscientes de que carecían de medios para hacer frente a todas sus necesidades y que durante diez años de una infancia difícil, "con unos aparatos de hierro en las piernas como los de Forrest Gump", sufrió el acoso de compañeros de colegio que "se reían y se burlaban de mí", que "me cortaban el pelo y me utilizaban como pelota". "Iba al colegio queriendo volver" hasta que decidió que contestaría a toda afrenta con una sonrisa, con la misma que ayer recordó el momento en el que dejó de preguntarse por qué y empezó a buscar un "para qué", "un sentido a esta discapacidad". "Si lo de fuera no lo puedo cambiar", se dijo entonces, se repitió ayer, "quizá deba cambiar yo desde dentro". Así "empezaron a nacer los sueños y las ambiciones", la natación, la música, "algún noviete". Cantando ganó la segunda edición del programa de Tele 5 "Tú sí que vales" y ahora escribe su primer libro, se saca el carnet de conducir, está de gira representando "Enamórate de Lope" con la compañía teatral de Blanca Marsillach y para que se vea que avanza tiene un andador tuneado con el logotipo de la Fórmula 1.

Desde que dio su primer paso "en contra de todo pronóstico médico", Miriam Fernández aprendió que "las barreras más importantes no son las más evidentes", que las peores "están en la mente". Por sus dificultades de movilidad cuando era niña se caía mucho, y de tanto oír a su madre gritar "que nadie la levante" entendió que la mejor manera de aprender es "levantarte cuando te caes", o quizá más bien saber caer y querer levantarse. "Crecí aprendiendo a caer" y ahora sabe que todas aquellas veces que le dijeron que no han sido "una gasolina que me motiva y me ayuda a ser creativa para conseguir salir adelante". En el idioma juvenil de su auditorio contó su vida sin escatimar detalles e hizo saber a la concurrencia que "hay que amar la diferencia", "luchar por las cosas aunque te digan que no", "educar en la normalidad para no tener que hablar de normalización, sino de convivencia".

Ayer, los 2.000 estudiantes que abarrotaron la sala grande del Calatrava no tuvieron clase, pero recibieron a cambio las lecciones de vida de Miriam Fernández. También las que encerraba la historia de emprendimiento entre amigos de Jaime Garrastazu, uno de los cuatro jóvenes socios fundadores de la firma de zapatillas Pompeii, y las de la experiencia de cine con conciencia del director y productor Paco Arango, que quiso hacer saber cómo le cambió el voluntariado. Garrastazu contó lo que ocurrió desde que él y sus cuatro compañeros del colegio decidieron hacer zapatillas pero no sabían cómo, desde que preguntaron a Google y a las páginas amarillas, desde que dibujaron la primera con lápices de colores Alpino hasta ahora. Con sólo 25 años su marca factura más de dos millones de euros, tiene diecisiete empleados y sólo vende online. "No fuimos unos gurús", aclara. "Estuvimos ocho meses llamando a fábricas hasta que alguien se sentó con nosotros. Muchas de las cosas no pasan por el talento o por listo, sino porque eres un peleón, porque vas a por ello y vas de verdad".