Este 25 de noviembre, día en el que exigimos como cada año el compromiso internacional por la lucha contra las violencias machistas, la actualidad nos lleva a hablar necesariamente de una de las formas en las que esta violencia contra las mujeres se manifiesta: la sexual, que sigue siendo un elemento opaco que vertebra nuestras sociedades.

Aunque cada vez menos. Este año queremos celebrar el impulso y la valentía de un buen número de mujeres que han dado el paso para denunciar públicamente las agresiones sexuales que se viven, se conocen y se sostienen en Hollywood, destapando, aunque no solo, el llamado caso Weinstein, aún sabiendo los riesgos personales que comporta realizar este tipo de denuncias. La campaña viral #MeToo (Yo también) ha permitido que muchas mujeres de diferentes entornos y territorios podamos atrevernos a decir abiertamente que nosotras también hemos vivido la violencia sexual de cerca y de forma cotidiana. Tanto es así que numerosas trabajadoras y altas funcionarias del Parlamento Europeo se han sumado a la campaña, evidenciando varios casos de agresiones sexuales en el seno de la institución y, más allá, la cultura del silencio que las acompaña. #YoTambién, además de romper el cerco del silencio, pone en circulación de forma determinante la idea de que la violencia sexual es un nefasto elemento constitutivo de nuestras vidas como mujeres: la mayor parte de nosotras la hemos vivido de forma más o menos cercana. Y sabemos que no son casos aislados, porque sabemos que no importa si trabajas en Hollywood, en el Parlamento Europeo, en la Junta de Andalucía y te llamas Teresa Rodríguez o lo haces en la Universidad de Sevilla y sufriste los abusos sexuales de un catedrático, por citar algunos ejemplos próximos, reales y recientes, ya que la realidad es que vivimos la violencia sexual por el hecho de ser mujeres. Ni más, ni menos.

YoTambién, entonces, nos lleva a la idea anexa de que la violencia sexual es estructural, no puntual, y forma parte de la organización de nuestras sociedades, mal que nos pese. Prueba de ello es que esté tan integrada en nuestro imaginario común y en nuestras costumbres (aunque vayan actualizándose con el paso de los años y adaptándose a los contextos concretos), que la mayoría social solo ve las situaciones de violencia más desgarradoras. Porque los casos de abuso sexual denunciados en Hollywood o en el Parlamento Europeo no son sino la punta del iceberg de este tipo de violencia contra nosotras. No son casos aislados: es el patriarcado, que no es sino la forma en la que socialmente se organiza nuestra sociedad, podríamos decir, desde siempre.

También de forma reciente, y ya en nuestro país, una mayoría de mujeres y hombres nos sumamos a la campaña #YoTeCreo, en apoyo a la mujer que denunció haber sido violada por cinco hombres durante las fiestas de San Fermín del año pasado. De nuevo debemos recordar que esta violación no es un caso aislado: sabemos que el año pasado en nuestro país, cada ocho horas una de nosotras fue violada. La importancia crucial de ese "yo te creo" tiene que ver, precisamente, con la toma de conciencia y de posición de muchas personas ante el hecho de la violencia sexual que reside en el seno de nuestras sociedades. Además, YoTeCreo ha supuesto una forma de apoyo masivo a la joven, que ha tenido que ver estos días cómo se cuestionaba su denuncia, su propio relato y su intimidad.

Que una parte significativa de nuestra sociedad haya dado el paso comprometido al decir "yo también" o "yo te creo" es de celebrar; pero, del mismo modo, funciona como un elemento de presión social para que quienes nos gobiernan, más allá de grandes palabras de compromiso, lo demuestren en políticas concretas, realistas y efectivas. En este sentido, afirmamos que necesitamos un Pacto de Estado contra la violencia machista a la altura de la exigencia de nuestra sociedad, que no sea un mero documento -han pasado ya dos meses y el PP en el Gobierno central no ha desarrollado ninguna de las medidas del pacto- o una afirmación en una rueda de prensa en la que se oculta que no hay previsión de presupuesto suficiente para llevar a cabo de forma efectiva tales medidas. Teniendo en cuenta los 200 millones de euros al año de dotación presupuestaria para el pacto, en el caso de que esta cifra se confirme, sepan que los municipios dispondrían de media con menos de 1.000 euros anuales en materia de violencia contra las mujeres. También es imprescindible que las administraciones locales cuenten de nuevo con competencias y recursos en materia de violencia machista, que se han visto mermadas por razón de la Ley Montoro. Y que se incluyan, de forma real y con su traducción legislativa, todas las formas de violencia contra las mujeres que entraña la noción de violencia machista, entre ellas, y en tanto venimos afirmando, la violencia sexual. Porque es hora de traducir las palabras y los acuerdos en hechos realizables y que transformen para siempre las vidas de las mujeres, y así lo indica una clara mayoría social. Porque creemos que no podemos hablar de democracia si más de la mitad de la población estamos en riesgo de vivir violencia por el hecho de ser mujeres. Porque nos queremos vivas. Porque NosotrasTambién.