La violencia machista no entiende de clases sociales, ni de nivel formativo, aunque, como explica Javier Fernández Teruelo, Catedrático acreditado de Derecho penal de la Universidad de Oviedo e investigador de la violencia de género, "las mujeres que tiene más posibilidades económicas y mayor formación, también las tienen de salir antes de ese círculo". Aún así, no es fácil, sobre todo si hay hijos, ante los que se simula que "no pasa nada porque papá se enfade" porque "es que está cansado", justifican.

Los expertos advierten que la primer premisa para tratar con una mujer maltratada cuando se decide a dar el paso y pedir ayuda es no enjuiciarla, porque básicamente ella misma no es capaz de razonar con lucidez. Está anulada psicológicamente y por eso las denuncias son sólo la punta del iceberg. Algunos estudios apuntan a que sólo se conocen entre un 10 y un 15% de los casos reales de maltrato. Eso en las situaciones más graves, en las que exiten violencia física. Porque la psicológica no sólo no se ve, sino que son las propias mujeres las que ocultan la realidad. El miedo las atenaza. No son capaces a medir las consecuencias si cuentan lo que ocurre, pero saben que van a ser terribles.

El maltratador es, en una mayoría de los casos, la primera pareja y aunque ellas afirmen que durante el noviazgo no notaron nada, los estudios indican que siempre hay indicios, aunque no se detectan porque él sabe disimular. El inicio de la convivencia es de plena felicidad, la que según los psicólogos concede el enamoramiento. Y es ese amor, que en gran medida se vive como platónico, lo que permite al maltratador iniciarse en las agresiones psicológicas. Por supuesto ellas lo asumen como propio de las dificultades que conlleva empezar a compartir la vida. Aquí, dicen los expertos, influye notablemente la educación que ellas hayan recibido sobre todo en su casa, lo que hayan visto.

La mayoría de las mujeres se revelan, en un primer momento, pero la agresividad de él hace que poco a poco su actitud cambie, y opte por callar para que su pareja se calme. Ese es el punto sin retorno. Él agresor, en un primer momento, pedirá disculpas y achará sus enfados a agentes externos, como que viene enfadado del trabajo porque las cosas no le han ido todo lo bien que quería, o que ella ha hecho algo que a él no le parece "normal" y así la va modulando a su imagen y semejanza. El miedo se convierte en terror y llega la sumisión.

Jessica Castaño, presidenta de la Asociación de Separadas y Divorciadas de Asturias, describe la situación de las víctimas cuando llegan en busca de ayuda. "En muy pocos casos cuentan abiertamente lo que les pasa y durante cuánto tiempo llevan sufriendo los malos tratos. Normalmente se ciñen al último episodio, y es con el paso del tiempo, durante las visitas a los psicólogos, cuando se empiezan a soltar. En todos los casos el 'modus operandi' es el mismo, y las características son idénticas, pero lo que cambia es la historia. Cada una tiene la suya y la mayoría de estas mujeres están anuladas. Tienen un miedo atroz a su pareja o expareja y denunciar es para ellas el último recurso".

Los efectos del maltrato machista sobre las víctimas son múltiples, a distintos niveles, y los más graves además son invisibles, no como los físicos, que van desde arañazos, magulladuras y moratones hasta los traumatismos y quemaduras, que en los casos más graves han llegado a causar la muerte de la víctima.

Las mujeres maltratadas suelen acudir con frecuencia al médico quejándose de dolores en distintas partes del cuerpo de origen desconocido: son básicamente cefaleas, de espalda, musculares, de abdomen, falta de apetito, cansancio, dolor de articulaciones. Y la mayor parte de ellas empiezan a tomar ansiolíticos para estar más tranquilas y conciliar el sueño. El maltrato suele conllevar un importante número de bajas laborales y ausencia de trabajo que son difíciles de justificar, lo que provoca que la víctima se sitúe en un plano de indefensión laboral y jurídica que suele acabar con su despido. Pero además, sufren incomunicación al ser sometidas al aislamiento social. Otro de los aspectos que se analiza en las investigaciones del maltrato tienen que ver con la salud sexual y reproductiva. Las víctimas suelen sufrir relaciones sexuales forzadas, lo que las convierte en dolorosas y suelen ir acompañadas de trastornos menstruales, y embarazos no deseados. Muchas también sufren infecciones de transmisión sexual, al negarse su pareja a utilizar preservativos.

Pero la parte más oculta, la invisible, del maltrato machista es el daño en la salud mental de su víctima, que sufre depresión, ansiedad, alteraciones del sueño, irritabilidad y excesiva tristeza. No son dueñas de nada, ni de sí mismas, hasta que deciden romper el círculo.