Hoy no quiero hablar del Patriarcado y las desigualdades que conlleva, que es la causa principal de la violencia; ni del número de mujeres que año a año son violadas, mutiladas o asesinadas. Hoy quiero apelar a la conciencia de esos hombres y mujeres que no demuestran ningún tipo de empatía con aquellas que, de cualquier edad, condición o clase social, están viviendo un autentico terror.

Créannos cuando desde el feminismo afirmamos que el machismo mata y los machistas ejecutan.

Empezaré recordando que fue ya en el año 1993 cuando en la ONU se aprobó la Declaración sobre la eliminación de la Violencia contra la Mujer, situándola directamente en el marco de los DDHH.

Definiendo en su artículo 1 el concepto de "violencia contra la mujer " que dice así:

A los efectos de la presente Declaración , por "violencia contra la mujer" se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como la amenaza de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.

Así mismo en su Artículo 4 mandata a los Estados:

Los Estados deben condenar la violencia contra la mujer y no invocar ninguna costumbre, tradición o consideración religiosa para eludir su obligación de procurar eliminarla. Los Estados deben aplicar por los medio apropiados y sin demora una política encaminada a eliminar la violencia contra la mujer.

Enumerando a continuación una serie de acciones concretas para tal fin.

Pues bien:

Tenemos la definición de lo qué es, del porqué y de a quién afecta: A LAS MUJERES.

¿Qué pasa entonces?

Pues pasa, que NO LAS CREEN, QUE NO NOS CREEN.

Que cuando una mujer va a denunciar por violencia machista, la sociedad y desgraciadamente en muchas ocasiones los distintos organismos que la tienen que defender, no la creen. Mientras que para los agresores siempre se tiene en cuenta la presunción de inocencia, para las mujeres nunca se tiene en cuenta la presunción de que dicen la verdad.

Sin embargo, sí se cree, sin ninguna cifra que lo avale, y aunque desde el Consejo General de Poder Judicial nada sospechoso de feminismo se diga que entre 2009 y 2016 las denuncias falsas fueron una de cada diez mil, que la mayoría de las mujeres denuncian por maltrato porque desde que entró en vigor la Ley Integral contra la Violencia de Género en nuestro país, las "beneficia" en las sentencias de divorcio.

Pero nadie se molesta en decir en qué artículo de dicha Ley lo dice, ni en qué la beneficia, no hace falta. Se cree y punto.

Me imagino a cualquiera de esas mujeres que perdieron a sus hijas e hijos a manos de su maltratador, declarando una y otra vez que la amenazaba con quitárselos o incluso que ya anunciaba que se los iba a matar ( 8 menores este año), me las imagino y me pongo en su lugar. Pero claro está, yo sí las creo.

Me imagino y me pongo en el lugar de cualquier mujer que va a denunciar una violación y ve y siente que es a ella a quién se le cuestiona o juzga, que deja de ser la victima para pasar a ser la culpable por haber hecho o por dejar de hacer. Pero claro está, yo sí la creo.

Y las creo porque los hechos así me lo demuestran. Hechos, no palabras, no mentiras.

Y también pienso que hasta que la sociedad en su conjunto, no sea consciente de que la violencia machista en cualquiera de sus manifestaciones es un ACTO DE VOLUNTAD, no avanzaremos.

Los maltratadores deciden hacer daño porque la violencia, que no se debe calificar de pasional ni sentimental ni genética ni natural, es la máxima expresión de poder que los hombres tienen, o pretenden tener, sobre las mujeres. Y quienes la niegan, buscan invisibilizarla, negándola y ocultándola, expandiendo mentiras que la justifiquen.

Termino recordando que en este mes de Noviembre se cumplen veinte años de que el ex-marido de Ana Orantes, la asesinó quemándola viva en su casa. Y me pregunto cuántas personas sabrían lo que estaba padeciendo; qué llevó al juez a sentenciar que podían compartir el mismo edificio.

Solo encuentro una respuesta: NO LA CREYERON, porque de haberla creído semejante monstruo debería haber estado en la cárcel.