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El primer gran temporal del otoño en la región

Los bosques incendiados: del negro al blanco

Las zonas afectadas por los fuegos de hace un mes temen más a la lluvia que a la nieve, ante el frente que arrecia en Asturias desde hace dos días

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Los bosques incendiados: del negro al blanco

El Suroccidente de Asturias se ve en blanco y negro. La primera nevada de la temporada tiñó de forma irregular las montañas afectadas por los incendios del pasado octubre. El Principado amaneció ayer en alerta naranja por el temporal, con la cota de nieve situada en los 700 metros, aunque para los lugareños, la nieve no es el enemigo. A lo que de verdad temen los afectados por los fuegos es a la lluvia. "Que nieve es bueno siempre", dice Pilar Rodríguez, vecina de Bao pero residente en Tablao, en el concejo de Degaña. "Esto no es nevar, ayer -por el miércoles- sí que cayó más, pero hoy -por ayer- nada de nada y eso que decían que estábamos en alerta", añade. "A lo que sí tenemos más miedo es que venga una nevadona como en 2015 o que llueva mucho; eso sí es peligroso porque se forman riadas", puntualiza Rodríguez en el bar de la localidad.

"Si viene una primavera suave, el monte lo recuperamos en verano", señala Segundo García Rodríguez. Aunque con aspecto moribundo, debajo de los negros restos de los incendios, el suelo de la montaña sigue manteniendo su fertilidad. Pero si las lluvias son fuertes en primavera, o en unos meses con el deshielo, el territorio perderá toda su riqueza arrastrada por las aguas y será más complicado de repoblar. Por ejemplo, en las zonas limítrofes Berducedo, en el concejo de Allande, afectadas por los fuegos en 2013, ya presentan un aspecto más verde, plagadas de "escobas", como llaman allí a esta característica planta.

"Libramos de milagro pero en otros pueblos donde apenas vive gente no sé ni cómo están vivos", recuerda García. Miembro de una de las asociaciones que trabajaron en labores de replantación, reclama "más atención a la administración porque al fin y al cabo estos territorios son suyos", exclama mientras la capilla del Alto del Capillo se pierde entre la niebla. La tormenta, aunque débil, quiere arreciar cuando oscurece en Tablao. La temperatura apenas sobrepasa los cero grados y los copos se animan a caer hacia las cinco y media de la tarde, ante la pasividad de los autóctonos.

"Estamos en alerta y apenas nevó, yo ya no me fio de las previsiones", dice desde el bar Pilar Rodríguez, mientras señala al ventanal. Desde allí, se observa la montaña sólo manchada de blanco en la cumbre. "Hace dos años que no cae con fuerza, recuerdo de andar por el pueblo en raquetas de madera y parecer que levitabas de la capa que había", explica Rosa Rodríguez desde su casa. "Sobrevivimos sin mucha ayuda después de los incendios, saliendo por nuestros medios eso sí a impuestos sí que nos matan", clama. "Las consecuencias las seguimos viendo. El otro día unos turistas vinieron asustados porque un oso les había pasado al lado del coche. Los animales están desubicados", apostilla.

Durante la jornada de ayer los copos cayeron irregularmente. En Degaña, en el Alto del Capillo, el temporal sí blanqueó las cenizas. Pero en Allende o en Ibias la nieve había que ir a buscarla a lo alto de la montaña, en el Puerto del Palo y en el Puerto de las Mujeres Muertas.

En el resto del Suroccidente había que hacer un esfuerzo grande por encontrar la nieve. El Puerto del Palo fue la otra de las zonas en las que el temporal arreció. En uno de sus puntos más altos -a 1.146 metros- nueve vacas pacían en el manto helado. Los animales ignoraban las torres del tendido eléctrico que como gigantes emergían de la niebla para conectar en la cima con el parque eólico. Estampas rurales de unos parajes en blanco y negro.

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