A Álvaro Fernández Candanedo le diagnosticaron una leucemia cuando tenía trece meses. Ahora tiene 5 años. Su madre, Noemí Candanedo Riera, relata con emoción un proceso de inusual dureza:

"Álvaro nació el 3 de noviembre de 2012. Era un niño aparentemente sano. Todo empezó por unas molestias que los médicos pensaban que era una otitis. Empezaron a salirle moretones. El 22 de diciembre de 2013, día de la Lotería de Navidad, una médica nos comentó que tenía una enfermedad en la sangre, y que probablemente era leucemia. A partir de ahí, descubrimos un nuevo mundo. Lo único que nos preguntábamos era si habíamos hecho algo mal durante el embarazo, o en esos meses. Nos enviaron al HUCA. Empezamos las pruebas, la UCI, la quimioterapia... Al final, llegamos al trasplante, con muchísimo apoyo de las médicas. Son maravillosas las dos. Siempre nos hablaron con mucha confianza. Estoy muy agradecida al hospital, a la sanidad pública, a todo... Descubrí el mundo de las plaquetas. Yo estaba obsesionada: ´¿Han subido las plaquetas?´ ´¿Cómo van las plaquetas?´. Estuvimos aislados los dos en el hospital. El trasplante fue el 2 de octubre de 2014. Era de un cordón umbilical de un donante no emparentado, porque no éramos compatibles ni mi marido ni mi hijo mayor, que tiene once años, ni yo.

"Lo complicado vendría luego, como nos habían advertido. Álvaro cogía mucho peso, no se sabía por qué. Era un problema hepático. Hubo una noche que nos dijeron que era muy importante. Estaba en la UCI lleno de máquinas, superentubado, como Jesucristo crucificado. Y, poco a poco, fue recuperando, luchando... Fue un ingreso muy largo: desde el 23 de septiembre hasta el 2 de enero. El 24 de enero tuvimos que volver porque tenía un problema en la barriga, muchísimo líquido. Tuvimos que ir a Madrid a hacerle una biopsia. Llegamos al hospital de la Paz, y vimos la gran diferencia entre este HUCA tan maravilloso y otros que están mucho más deteriorados. El cirujano hablaba de hacer un trasplante de hígado, pero el oncólogo dijo que había que esperar. Aún no tenemos un diagnóstico de Madrid. Nadie sabía lo que tenía. Le colocaron un aparato para que el líquido fluyera y dejara de tener tanta tripa.

"Ahora, Álvaro está genial. En el colegio disfruta muchísimo. El colegio Miguel Hernández, de Gijón, es muy familiar. Ha empezado tarde al colegio, y le costó hacer amigos, pero ahora está muy integrado. Toda nuestra familia se ha portado increíblemente. Lo que vemos ahora de Álvaro es un milagro. Va a guitarra y a kárate. Todo lo que han hecho los médicos es maravilloso. Yo doy gracias a Dios todos los días. Cuando lo veo cada mañana, lo toco y no me lo creo".

Él es uno de los protagonistas de la historias de superación que os contamos en este artículo sobre los asturianos con "sangre nueva" del nuevo suplemento de Salud que cada mes publica LA NUEVA ESPAÑA.