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El año de los desafíos agrarios

El campo asturiano inicia 2018 con esperanza y la mirada puesta en la evolución de los precios de la leche y la reforma de las ayudas europeas

Una vaca destinada a la producción láctea, en una instalación ganadera. IRMA COLLÍN

El campo asturiano inicia 2018 con esperanza y también con la vista puesta en la incierta evolución de los precios de la leche y las materias primas. No hay que olvidar tampoco las nuevas posibilidades financieras para acometer proyectos en el medio rural; la inminente reforma de las ayudas europeas, así como también notables posibilidades de crecimiento de la agricultura ecológica, cada vez en mayor expansión, y de sectores como el de la sidra con denominación de origen.

Si hubiese que elegir un comienzo de cuento, éste sería uno posible: "Érase una vez una región que lo tenía todo para ser una potencia agraria". Eso sí, lo que está claro es que la continuación de este cuento dependerá mucho de lo que pase en los doce meses que ahora comienzan. Serán de largo recorrido, repletos de riesgos pero esperanzados. El sector agroalimentario del Principado de Asturias por fin levanta cabeza, tras varios ejercicios marcados por los bajos precios de la leche y una desigual evolución del vacuno de carne.

Por primera vez en casi una década, los ganaderos de la región, ya menos de 2.000 los que se dedican a la producción láctea, logran cuadrar las cuentas y miran con optimismo a unos mercados internacionales que se han vuelto locos por la mantequilla, la nata y los derivados para la producción industrial. Las miradas complacientes también van hacia los países de Oriente Medio, que importan cada vez más reses vivas y ayudan a poner en orden las cifras de la carne.

Ahora bien, no todo es color de rosa. El campo regional se enfrenta al peligroso desafío de consolidar la recuperación, sin perder de vista que la volatilidad de los mercados sigue ahí y que tiende a desaparecer. Los que hoy compran mañana tal vez no lo hagan. Si lo hacen, tal vez paguen menos. Ese temor subyace en las grandes compañías lácteas, razonablemente cautelosas en medio de la actual bonanza.

Es el caso de Central Lechera, que ha cerrado el año con resultados sin duda extraordinarios, o también ILAS-Reny Picot, cuyo presidente, Francisco Rodríguez, prefiere no caer en triunfalismos cuando se le saca a colación ese hito que supone haber logrado vender mantequilla a la mismísima Francia. Las alarmas se dispararon este mismo mes, cuando la Comisión Europea aconsejó elaborar productos de más valor añadido para enfrentarse a los retos de la próxima década.

En 2030 la producción mundial de leche superará los 1.000 millones de toneladas, lo que supone un incremento de 16 millones de toneladas al año si se compara con el crecimiento medio anual de años anteriores. El aviso está hecho.

El riesgo estriba en que la leche baje en el campo de esos 34 céntimos de media por litro que alcanza en la región, uno de los promedios más altos de España, aunque no tanto como el de la Unión Europea, que supera los 36 céntimos. Esa previsible y progresiva pérdida de fuelle de la demanda internacional podría causar otra crisis a partir del verano, como opina Jesús Casas, director general de Desarrollo Rural del Principado.

El presidente de ASAJA y vicepresidente de la Interprofesional Láctea, Ramón Artime, también insiste reiteradamente en el peligro que suponen esos "dientes de sierra" que se ciernen sobre los prados asturianos. En cualquier caso, lo que está claro es que el sector recupera fuelle y la producción láctea aumenta.

La Administración regional destaca el gran año que ha vivido el sector en su conjunto, con excelentes producciones de fabas, kiwi, maíz y, por supuesto, la manzana de sidra, que ha registrado una "cosechona" histórica. También lo ha sido la evolución de la agricultura ecológica, en fase expansiva, y el comportamiento de las marcas de calidad, con especial énfasis en el caldo regional con denominación de origen, a la que se sumaron en 2017 ocho lagares más y 54 nuevas variedades de manzana.

Los datos provisionales indican que el valor de la producción final agraria asturiana se acerca a los 600 millones de euros, de los que más de la mitad proceden de la ganadería. Unos 150 millones los aportan los cultivos vegetales y el resto corresponde a actividades no agrarias y servicios a la producción de la rama agraria, cada año mayor en el Principado. Aunque las diferencias se van acortando, el peso económico del sector ganadero sigue siendo muy superior al agrícola, incluso en años, como 2017, buenos para la agricultura. La renta agraria regional ronda los 200 millones de euros y los censos ganaderos suman unas 400.000 cabezas.

Con este panorama parece clave aprovechar las oportunidades de diversificación que traen los fondos europeos, con programas pioneros en España como el del "tique rural", destinado a financiar proyectos no agrarios en los pueblos.

La lucha contra el despoblamiento y el envejecimiento rural centrará buena parte de los esfuerzos económicos en el campo, aunque no habrá milagros. Sólo uno de cada cuatro agricultores europeos tiene menos de 40 años y Asturias no es una excepción.

En 2018 también avanzará la configuración de la Política Agrícola Comunitaria, (PAC) aplicable partir de 2020. La única política "común" que queda en el club de los 27 se lleva el 40% del presupuesto y se verá influenciada por la conformación del marco financiero garantizado por el comisario Hogan, que es crucial para el Principado. También lo será que llueva para que la sequía no merme las producciones y los incendios se alejen de los montes y que las plagas de polillas, avispas asiáticas y demás especies invasoras se rindan a las medidas de control.

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