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El rescate de Paca y Tola de manos de los furtivos, una operación de alto secreto

Hubo encuentros hasta en lavabos de bar y la entrega de los esbardos se hizo primero en un garaje de Tineo y luego en el monasterio de Obona

López Rico con una de las osas en Llanes.

Fue una operación de alto secreto, llevada de forma muy discreta, con negociaciones en la Taberna Gallega de Oviedo, encuentros furtivos para pasar información en los lavabos de un chigre de Tineo e intercambios en garajes y monasterios abandonados. Las pequeñas osas quemaban y anduvieron de mano en mano entre los furtivos de Tineo y Cangas. Durante más de dos semanas se intentó recuperar a las osas, antes de que los furtivos acabasen con su vida.

En junio de 1989, se dio una versión edulcorada del asunto, que pretendía salvaguardar la integridad de la persona que se había juzgado el tipo por devolver a las osas, el cazador ovetense Antolín Velasco. Roberto Hartasánchez, presidente del FAPAS, aseguró a LA NUEVA ESPAÑA en aquel entonces que había recibido una llamada anónima en la que alguien decía: "Tengo dos cachorros de oso que son muy guapos y no me gustaría que murieran. Si les interesa podrán encontrarlos en un monte de Tineo a la hora que yo les diga".

En realidad, no había sido así. Velasco se había enterado de que unos individuos de Cangas del Narcea habían matado a una osa en Degaña y se habían quedado con los oseznos, y que los iban a matar, literalmente "comérselos", tras tenerlos guardados en una tenada, donde jugaban con los esbardos hasta los niños. A Velasco le gustaba la caza, conocía el mundo del furtivismo, pero aquello no le gustaba un pelo y llamó al Fapas para explicar lo que ocurría. Hartasánchez se reunió con él y pudo vencer sus reticencias para encontrarse con el responsable del aún incipiente Seprona, el entonces cabo Virgilio López Rico. El encuentro tuvo lugar en la Taberna Gallega de Oviedo.

A López Rico, lo que le interesaba era coger a los autores de la muerte de la osa, por lo que dejó hacer a Velasco, quien trató de convencer a quienes estaban guardando a las pequeñas osas en una tenada . Al final logró convencerles de que se las entregasen. El encuentro tuvo lugar en un garaje de Tineo. "Habíamos quedado a las once de la mañana, pero no llegaron hasta las cinco o las seis de la tarde", asegura Velasco de aquella peripecia de hace 29 años.

José Menéndez Llamas y José Manuel López Galán, dos mineros aficionados a la caza, llegaron a bordo de un todoterreno en cuya parte posterior llevaban a las dos crías en el interior de una jaula. Los animales venían adormilados, porque les habían dado valium. Ya con las osinas en el maletero de su R21, Velasco puso rumbo hacia el monasterio abandonado de Obona, donde ya esperaba López Rico para cogerlas. Finalmente, las osas estaban a buen recaudo. Faltaba ahora detener a los presuntos autores del desaguisado.

Para ello se montó una operación ad hoc, con el fin de dar la idea de que se buscaba a los autores de la muerte de la osa a ciegas, aunque la Guardia Civil ya tenía más que identificados a los furtivos. López Rico declararía que había visto pasar un todoterreno con una jaula similar a la descrita por Velasco. El Fapas contribuyó facilitando datos de los furtivos más renombrados del Suroccidente. En el operativo participaron unos treinta agentes, que realizaron ocho registros simultáneos. En casa de José Menéndez Llamas, detrás de una nevera, se encontró la piel de la madre de las osas. No tenía aparentemente orificios de bala, pero luego se comprobó que le habían acertado en un ojo. La Guardia Civil dio en el clavo, pues se llegaron a incautar hasta 22 cartuchos de dinamita.

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