"Se están perdiendo talentos femeninos en la ingeniería", alerta la directora de la Escuela Politécnica de Mieres, Asunción Cámara. Cuando ella estudiaba Ingeniería de Montes eran cuatro mujeres por cada cien varones. El porcentaje no ha mejorado mucho. Más problemas. La profesora de Biología Celular Ana Coto, acreditada para catedrática, recibió un escueto "no consta" cuando planteó en el Ministerio que cedería temporalmente, durante su baja maternal, el liderazgo de un proyecto de investigación nacional. Pero tuvo que completar informes y memorias desde casa durante las primeras semanas de vida de su bebé. Una compañera de la catedrática de Ciencias y Técnicas Historiográficas María Josefa Sanz ocultó su nombre para participar en un congreso en Munich. Se presentó como P. Ostos. Cuando fue llamada a su ponencia fue la gran sorpresa de los organizadores que insistían en que una mujer no podía estar allí. Y cuando Sanz fue recomendada para entrar en la Universidad, su mentor recibió un machista desplante: "Mejor búscale a la chica un novio para casarse". Los suyos fueron algunos de los testimonios expuestos ayer durante la segunda jornada de las actividades en la Universidad del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Concha Masa, primera decana de la Facultad de Ciencias, se abrió paso también en un mundo de hombres. "Nunca sentí discriminación; al acabar con un buen expediente se te abrían las puertas, no como ahora", subraya aunque sí reconoce que en investigación se premia "cantidad, calidad y continuidad" y cuando las mujeres son madres se descuelgan temporalmente de su actividad "y eso acaba afectando a tu carrera profesional y a lo que cobras cada mes". Las suyas son solo unas pocas del largo anecdotario de micromachismos al que a diario se enfrentan las mujeres en la Ciencia. La experiencia en el mundo de la empresa llevó a Asunción Cámara a regresar a la Universidad. "Teníamos un proyecto de repoblación forestal en Zamora. Cuando fui con un ingeniero técnico, a visitar a los propietarios del terreno, el marido me dijo: 'Yo me voy a la finca con el chaval. Tú te quedas con mi mujer tomando café'. Le dije que el chico era mi subordinado y me respondió: 'Si tú vas, yo no voy'. Me quedé toda la mañana tomando café para no perder el proyecto. Fue difícil de dirigir", admite.

La familia, prioridad

Tiempo después volvieron a cuestionarla. Fue cuando dio el paso para presentarse a directora. Un compañero le espetó: "¿Cómo vas a presentarte si echas la llave del despacho todos los días a las cuatro de la tarde?". Ella le respondió con un sí rotundo y todavía hoy, recalca, su prioridad, por encima de todo, son sus hijas. "No quiero verlas acostadas, quiero hacer los deberes son ellas. Es cuestión de organización. A veces llego con la lengua fuera pero lo hago", sostiene.

El techo de cristal para la catedrática María Josefa Sanz se encuentra en su propia disciplina. Durante años ser de Letras era una opción de mujeres, por eso siempre recuerda la anécdota de un chico de la licenciatura de Historia del Arte al que su abuelo le quitó la paga porque, supuestamente, había elegido una carrera de mujeres. "Ser científico en Humanidades es todavía más difícil porque no se nos considera investigadores", apunta Sanz.

Asunción Cámara se apoya en la autoestima, la valentía y la confianza para avanzar en un mundo de hombres. "Si hay algo que me gusta, voy a por ello", certifica. La directora de la Politécnica realiza también autocrítica y asegura que las mujeres tienden a desarrollar "una cierta sensación de culpa cuando somos madres que, a veces, nos impide avanzar". Ana Coto apunta que lo que a ella le anima a seguir es tener una familia "más feminista" que ella misma que se lo pone muy fácil. "Mi fortaleza son ellos", concluye.