No se sabe cómo le habrá salido el examen MIR a la palentina Sonia Fernández Jorde, pero al menos se ganó el gran abrazo de su madre Teresa, casi a las puertas del aula donde hizo su examen en la Facultad de Derecho (campus de El Cristo). Y hay abrazos que valen más que un aprobado. O casi.

Las pruebas congregaron en Oviedo a más de 2.300 graduados sanitarios y, a tenor del ambiente familiar en los alrededores de la Facultad, a doscientos millones y medio de padres, madres, hermanos, abuelos, novios y novias, amigos varios y compañeros de clase. Gran guirigay, risas nerviosas, alguna lágrima y toneladas de buenos deseos.

Todo ello en apenas una hora, desde las tres a las cuatro de la tarde, cuando se hizo el silencio y comenzó el llamamiento, aula por aula, de los candidatos. El 70% de ellos buscaban plazas en el MIR, el de los graduados en Medicina, pero también había aspirantes a una plaza en enfermería, psicología, biología, química, radiofísica y farmacia.

Uno a uno, con el DNI en la mano, entrando en su clase correspondiente. Las había de más de un centenar de candidatos y, otras más pequeñas, con unas sesenta plazas.

Tres de la tarde. Cafetería de Derecho. Mucho café en la barra y alguna que otra infusión tranquilizante. Para hacerse una idea de que el examen MIR asturiano es como un país en pequeño. Juntos alrededor de una mesa, una andaluza, una canaria, una gallega de Santiago y un maño de Huesca. "Yo solo vengo de apoyo", dice el oscense Julio Sancerni.

Laura Berbel llegó desde Almería en busca de una plaza de médica pediatra. Lía Blasco, desde Compostela a por otra de su especialidad favorita, la hematología. Selene Falcón vive en Las Palmas de Gran Canaria y quiere ser dermatóloga. Las tres se presentaban por primera vez al examen MIR.

Tres y cuarto. Comienza a flotar en el ambiente que el gran momento se avecina. Cuatro avilesinas se dan ánimos mutuos. Buscan plaza en el EIR, que es el MIR de Enfermería. Tienen historias académicas parecidas pero objetivos dispares. Aida Martínez no tiene clara su especialidad pero espera poder elegir "un destino en el que haya calor. Por ejemplo, Canarias". Lucía García lo tiene más claro: "quiero ser enfermera comunitaria, que son las que trabajan en los centros de salud".

Dulce Antuña se quiere hacer hueco en la plantilla de Enfermería de Salud Mental, y Alba Piñeiro va a ser matrona. "El lugar en el que me toque trabajar me es indiferente. Si es lejos de Asturias, pues es igual". María Arias asegura que tampoco tiene problemas con su destino laboral. Será enfermera comunitaria o adscrita a Pediatría. De ello dependerá la nota que haya obtenido ayer... y las notas de los demás.

Todas son debutantes en estos exámenes de una especialidad en la que se ponen en juego en toda España 1.051 plazas. Con los números en la mano y tirando de estadística es más difícil encontrar acomodo laboral en Enfermería que en Medicina.

Cuatro menos cuarto. Todos buscándose en las listas que cuelgan de cada aula de examen. En apariencia, la organización funciona sobre ruedas. María Luisa Soria encuentra su nombre. "Es la segunda vez que me presento y da la casualidad de que voy a hacer el examen en la misma clase que la vez anterior".

Luisa reconoce sus nervios. "Ya me había buscado hace unos minutos pero en estos momentos una no está segura ni de su propio nombre". Viene de Córdoba y quiere ser oncóloga. Y tiene pinta de que lo va a conseguir.

Cuatro de la tarde. Comienza el llamamiento. Un número significativo de aspirantes entran con su pasaporte. En las listas de las puertas se especifica la nacionalidad de cada aspirante y, a modo de muestra, un botón: aula 314, examen de Medicina, un total de 72 candidatos y entre ellos, alumnos de El Salvador, Honduras, Perú, Ecuador, Bolivia, República Dominicana, Colombia, Polonia y Portugal.

La sevillana Piedad García Díaz y el vitoriano Santiago Balerdi se desean lo mejor. "Una del sur y uno del norte, pero ambos venimos de la Facultad de Medicina del País Vasco". Están a punto de entrar cada cual en su aula para iniciar un examen del que ninguno tiene experiencia previa. "Ojalá sea la primera y la última vez que nos examinamos", comentan. Piedad no habla de especialidades "porque lo que quiero es trabajar", y Santiago desea ser cirujano.

Apenas hay ausencias. Las personas que realizan a viva voz el llamamiento de candidatos repiten por tres veces el nombre de algún rezagado.

Todos ya sentados. Algún medio de comunicación solicita hacer fotos en el interior del aula y el coordinador del examen advierte: "se puede si ningún candidato pone objeciones". Y en una clase dos aspirantes dicen que no quieren foto. En la segunda aula no hay problema. Los exámenes están sobre la mesa, cerrados, y uno de los encargados de aula, avisa: última oportunidad para ir al servicio. Salen a toda prisa una docena de alumnos. Los que se quedan asumen que pueden pasarse cinco horas, hasta la nueve, sin poder salir del aula. Tienen por delante unas 250 preguntas, con algunas de reserva por si hay impugnaciones.