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Responsable de nutrición pediátrica en La Paz

Ana Moráis: "Nunca se debe utilizar la comida como castigo, premio o incentivo"

"Sería preferible ofrecer pan integral con aceite en los desayunos hospitalarios, pero la seguridad alimentaria y la economía mandan"

Ana Moráis en su consulta en el Hospital de La Paz, en Madrid. A. M.

La ovetense Ana Moráis es la responsable de nutrición pediátrica en el Hospital de La Paz, centro hospitalario de referencia en España. Moráis habla con LA NUEVA ESPAÑA sobre cómo debemos alimentar a los niños y cómo influye la alimentación de pequeños en la vida adulta.

- ¿Estamos educando mal a los niños en lo que se refiere a la alimentación?

-No necesariamente. En cuestiones de alimentación, el aprendizaje más importante es el que se recibe en casa, porque el niño adopta las costumbres de las personas con las que convive. Según lo saludables que sean los hábitos alimentarios de la familia, así serán los del niño.

- ¿Hay que insistir cuando un niño no quiere comer?

-Lo que hay que hacer es preguntarse por qué no quiere comer. Los niños sanos presentan, de forma normal, épocas de poco apetito en las que no quieren probar alimentos nuevos o en las que alimentos que solían aceptar muy bien dejan de gustarles, y que suelen coincidir con momentos de menor velocidad de crecimiento. En este caso hay que insistir dentro de lo razonable, es decir, intentar que el niño no se salte la comida sin más y que pruebe lo que tiene en el plato, pero sin ánimo de que se lo acabe todo.

- ¿La obesidad infantil a qué porcentaje de niños afecta?

-Aproximadamente un tercio de los escolares españoles tiene algún grado de exceso de peso. En los últimos años, la tasa de sobrepeso se ha estabilizado e incluso disminuido, pero la de obesidad franca se mantiene estable.

- ¿Si nos sobra peso de pequeños somos más tendentes a ser obesos de mayores?

-Sí, se sabe que la obesidad infantil es una situación de riesgo para padecer obesidad en la edad adulta. Incluso la alimentación en etapas muy precoces de la vida puede tener influencia. Por eso es muy importante adoptar hábitos saludables cuanto antes, desde los primeros años, sin pensar que todo se resolverá con el estirón puberal.

- ¿Por qué se siguen dando galletas para desayunar en los hospitales?

-Se utilizan en cantidades pequeñas y combinadas con lácteos y, según los centros, con fruta. Influye su bajo precio en relación con su aporte calórico y su aceptación entre la población. No hay ningún alimento que por sí solo convierta una dieta en buena o mala, sino que es el conjunto de todo lo que se come de forma habitual lo que lo determina. Las galletas contienen azúcares simples y grasa en cantidad variable, pero también otros hidratos de carbono complejos y fibra. Si se toman galletas en el desayuno, es recomendable moderar mucho la cantidad y acompañarlas de alimentos de otro tipo, lo mismo que limitar otros posibles azúcares simples en el resto de comidas. En los hospitales no se suelen utilizar galletas bañadas en chocolate ni rellenas de nata. ¿Sería preferible que se ofreciera en su lugar pan integral con aceite de oliva y tomate? Seguramente, pero cuestiones de seguridad alimentaria y económicas lo dificultan.

- Hace días vimos a una madre que daba garbanzos a su hijo para desayunar, ¿es un desayuno saludable?

-Tomar garbanzos por la mañana, en presentaciones pobres en grasa y sal y en combinación con otros grupos de alimentos, puede contribuir a un desayuno perfectamente saludable, ya que aportan fibra, proteínas e hidratos de carbono de asimilación lenta. Ahora bien, de nada sirve tomar garbanzos en el desayuno y refrescos a media mañana, dulces en los postres y zumos envasados en la merienda.

- ¿El azúcar es el gran peligro al que nos enfrentamos?

-No el azúcar por sí mismo, sino el exceso en el consumo de azúcar, que si es continuado tiene consecuencias metabólicas perjudiciales a medio y largo plazo. Muchos alimentos de consumo habitual contienen azúcar entre sus ingredientes en cantidades mayores a las que imaginamos. Superar las recomendaciones es fácil si no conocemos bien la composición de lo que comemos.

- ¿Nos han enseñado a comer mal históricamente?

-Yo no lo creo. Lo que ocurre es que nuestras condiciones de vida han cambiado. Actualmente en nuestro medio tenemos la oferta de alimentos mayor y más variada de nuestra historia, pero con frecuencia no hacemos las mejores elecciones por desconocimiento; no hemos aprendido a interpretar las etiquetas o no conocemos las diferencias entre productos naturales y procesados, que en apariencia son similares. Ahora vivimos motorizados y conectados, lo que hace que cada vez necesitemos desplazarnos menos, tanto para estudiar como para trabajar o divertirnos. Y todo eso se nota de una generación a otra en cosas como el sobrepeso.

- ¿La dieta mediterránea es tan saludable como se dice?

-Sí. La dieta mediterránea, basada en cereales poco refinados, aceites vegetales saludables, pescado, verduras, legumbres y frutas, se ha relacionado con diversas cuestiones de salud: prevención de la obesidad, menor prevalencia de asma, efectos beneficiosos sobre la flora intestinal, etcétera.

- ¿Cuántas veces a la semana podemos permitirle a nuestros hijos que coman bollería industrial sin perjudicar su salud?

-El consumo de bollería industrial debe ser ocasional (menos de una vez por semana), no sólo por su contenido en azúcar y grasa saturada, sino porque su consumo en desayunos y meriendas puede desplazar al de otros alimentos que deberían tener mayor presencia.

- ¿Sigue instaurada en la sociedad la creencia de que un niño sano tiene que estar rellenito?

-Cada vez menos, pero es cierto que la preocupación es mayor si un niño come poco que si come mucho.

- ¿Les cuesta a los padres cambiar el "chip" en la alimentación de sus hijos?

-Sí, y no debe extrañar. La alimentación es una cuestión de hábitos y cambiarlos es muy difícil. Tendemos a mantener nuestras costumbres, que además suelen coincidir con las costumbres de nuestro entorno.

- ¿Se puede premiar a un niño con un dulce?

-Nunca se debe utilizar la comida como castigo ni como premio o incentivo. Decirle a un niño que los dulces no son saludables para luego dárselos como premio cuando hace algo bien es un mensaje contradictorio que no contribuye a que el niño aprenda a alimentarse.

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