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Ganadería: mucho negocio y poco beneficio

Los profesionales asturianos ven una "utopía" comenzar de joven en un sector "asfixiante", con grandes desembolsos al inicio: "No haces más que pedir créditos para asumir gastos"

Luis Fernando Marrón, en su ganadería de Poles (Salas). SARA ARIAS

Phil Hogan, comisario de Agricultura de la Unión Europea, animó a los jóvenes el pasado lunes en Sevilla a dedicarse al campo, "un buen negocio", a juicio del político irlandés. A las preguntas del público que asistió al coloquio respondió con la siguiente reflexión: "Si usted fuera alguien que tiene que abrir una nueva empresa y le dijeran que existe una clase media que crece anualmente en torno a 150 millones de consumidores, que demandan bebidas y alimentos de calidad, donde la UE es el productor número uno, da igual si usted es joven o mayor, cualquiera diría que es un buen negocio. Esto es lo que los jóvenes deben tener en cuenta".

Y esas palabras no han caído en saco roto en el Principado, una de las regiones de Europa con el sector agrario más envejecido. Desde los prados de Tineo o Salas las cosas se ven con otro prisma. Los ganaderos de la región reconocen que la actividad genera un alto volumen de dinero, pero deja muy poca rentabilidad al ganadero.

Por otro lado, empezar de cero, sin una base territorial y sin infraestructuras previas, es para los profesionales "una auténtica utopía". Manuel Fernández Mora, propietario de la laureada ganadería "Manolero", en Mirallo de Arriba (Tineo), sonríe de forma irónica cuando se le pregunta por las alentadoras palabras del responsable de la agricultura europea. "A mí me quedan once años para jubilarme y a mi mujer catorce; tenemos hijos, y por diversas circunstancias no vemos posibilidad de relevo generacional", señala. "El comisario Hogan vive en Irlanda, y tal vez allí las cosas sean diferentes, aunque no lo creo; cuando los jóvenes no se quedan en el campo por algo es".

Quienes como Manuel Fernández gestionan una explotación saneada, con las inversiones hechas, logran "sobrevivir", sin grandes alharacas. "Empezar una ganadería de cero es imposible, una utopía", asegura tajante.

La larga lista de inversiones necesarias para adentrarse en el negocio de la leche o de la carne empieza por las fincas, los animales, las naves y la maquinaria, y sigue por los gastos de veterinario y de mecánica, a los que se une toda la gestión fiscal y financiera de la empresa.

"Mi hija Verónica, por ejemplo, podría ganar el mismo sueldo en la ganadería que en su trabajo actual, pero con la diferencia de que esto exige una dedicación total los 365 días del año".

La calidad de vida es otro de los factores que pesan a la hora de valorar la dedicación al campo. "Muchos días te propones marchar a las siete y nunca lo consigues; tratamos con vacas, no son máquinas", resalta el ganadero tinetense.

Fernández Mora, con 152 animales en su granja, terminó hace tres años de pagar los casi 100.000 euros de la última inversión en la compra de cuota lechera, el activo de producción que perdió todo su valor con el final de los contingentes en 2015. "Invertimos un montón de dinero para nada; la suerte que tenemos en Central Lechera es que hay estabilidad de precios", recalca.

De hecho, la SAT asturiana es junto a la cooperativa cordobesa del Valle de los Pedroches, Covap, la envidia de la ganadería láctea española, "sobre todo en los años de la crisis, nos veían como a unos privilegiados", recalca el ganadero.

Luis Fernando Marrón, de Poles (Salas), es otro superviviente del sector, en el que tiene continuidad dinástica con su hijo Diego, de 27 años.

"Hogan tiene razón en algo, somos un sector que mueve mucho dinero; un ganadero medio percibe más de 10.000 euros mensuales por la leche, pero como entra se va cuando nos ponemos a restar los costes". Marrón, que tiene otro hijo funcionario, gracias a unas oposiciones de Magisterio, asegura que el negocio, lejos de ser boyante, "resulta más bien asfixiante; trabajas como un loco y no te queda apenas ganancia". El ganadero salense va más allá en su análisis. "Esto es una ONG, das de comer a muchos; ves pasar el dinero por delante y no haces más que pedir créditos para asumir los gastos".

A los bancos recurrió para avalar el desembarco de su hijo en la explotación familiar, hace cuatro años. "Tuve que adelantar el dinero de parte de las ayudas de primera incorporación y decidí pedir un crédito. El primer año te daban el 50 por ciento del importe; quien no tenga esa capacidad de endeudamiento no puede aspirar ni a las ayudas", afirma. "No sé si es una actividad para ricos, está claro que vives como un esclavo; es normal que la gente no quiera quedarse", dice con tristeza.

Le queda el consuelo de ver a su hijo totalmente inmerso en la actividad. También mira con envidia a Francia, donde se ha prohibido la venta a pérdidas a golpe de decreto, "mientras aquí no paran de ponernos palos en la rueda". Lo dice el dueño de una explotación lechera en extensivo y una producción de 400.000 litros anuales; según Aseagro, de las más rentables de España.

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