- Cuénteme una historia.

-Esta es una historia que nos sitúa en alguno de los prados de Bada, unos pocos años más tarde de 1769. Imaginemos a un rapacín corriendo y jugando, quizá descalzo sobre la hierba. Se llama Julián Antonio, había nacido de la relación entre el juez viudo de Parres, Manuel de Noriega, y una de sus criadas, Manuela Llerandi. Nadie podía suponer que aquel niño iba a llegar a ser tesorero de Carlos IV y María Luisa de Parma, y brazo derecho de Godoy. En 1808 fue acusado de afrancesado y detenido y linchado en Badajoz. Su cuerpo apareció flotando en las aguas del río Guadiana.

Desconocemos el aspecto de aquel niño, hijo natural del juez y la asistenta, pero sí sabemos cómo era Antonio de Noriega de Bada cuando, ya adulto y en la cúspide de su carrera política, le encargó un cuadro a Goya. El retrato de aquel asturiano de Parres cuelga hoy en una sala de la Galería Nacional en Washington.

Francisco Rozada, cronista oficial del concejo desde febrero de 2012, relata aquella peripecia entre humo de café y frente al río, que estos días baja con fuerza inquietante. A un lado, el puente "Emilio Llamedo" desde donde cada año parte el Descenso del Sella. "Hay que arreglarlo urgentemente. La primera foto que me hicieron fue ahí, sobre el puente que une Parres y Cangas de Onís. Yo, un bebé, en el carricoche. Y a mi lado, una vecina de la familia que era telefonista. Casi setenta años después la barandilla del puente sigue siendo la misma".

"Fíjese en la fuerza del río. Aquí hemos vivido desbordamientos increíbles, menos mal que ocurren en contadas ocasiones". Es una corriente ocre y opaca la del río frontera que no desmotiva a una docena de cormoranes, depredadores de pico como estilete que vuelan y bucean, y casi siempre sacan tajada.

"¿Le cuento otra historia del municipio con final trágico? El primer escenario es el pueblo de Bodes. De allí era Lorenza Cobián, una joven guapísima que llegó a posar para Sorolla. Lorenza veraneaba en Santander y allí conoció a Benito Pérez Galdós, ya convertido en escritor famoso. Ella no sabía quién era. Y se enamoraron. La pareja tuvo un hijo que murió a los pocos meses, y más tarde una niña. Nunca se casaron. Pasaron los años y volvemos a encontrar a Lorenza, esta vez en Madrid, protagonista de una noticia de sucesos. Tenía 46 años y, al parecer, las facultades mentales perturbadas. Había intentado tirarse al paso del tren pero la Policía se lo había impedido. Y en comisaría, en un descuido, logró ahorcarse".

Rozada nació en 1947, el mayor de cuatro hermanos. "Recuerdo mi primer día de clase, nada traumático porque uno de los maestros era primo de mi padre y lo conocíamos. Las niñas en el piso de arriba; los niños, abajo. En los recreos íbamos hasta la fábrica de muebles de Nachón a recoger viruta que servía de combustible para la estufa de la escuela. El maestro ponía un tronco, lo rodeaba de virutas y, encima de la calefacción encendida, hojas de eucalipto". En una pota grande de cinc se calentaba todas las mañanas el agua, "se echaba la leche en polvo que suministraban los americanos -ya sabe, el Plan Marshall- y con unos paletones se revolvía todo y a beber. Lo acompañaban con un queso agrio y amarillo que sabía a diablos".

A los once años, el cura le propuso: te vas al Seminario. Y él contestó: Pues bueno...

"Me pasé dos años en Covadonga, en un internado de los de verdad. Una vez me dejaron ir a casa para Nochebuena. Y al día siguiente, de nuevo al santuario. Después, cinco cursos en el Prau Picón en Oviedo de donde salió seglar y futuro maestro tras su paso por la Escuela de Magisterio. "Un año en Gallarta, en Vizcaya, otros cinco en Colombres y 33 en Arriondas. La mayoría de los que ahora tienen entre 20 y 45 años fueron alumnos míos de Inglés. Llegué a tener 220, en grupos de treinta. Y sí, fui un maestro con enorme vocación".

Arriondas es hoy la reina del concejo, no solo porque sea su capital sino porque los demás núcleos de población declinaron. Cuadroveña y Bada son hoy dos pueblinos hermosos y periféricos que en algún momento de la Historia ejercieron la capitalidad. Las Arriondas es primera localidad parraguesa solo desde 1827.

Un concejo de casi 5.400 vecinos que llegó a tener más de nueve mil en la década de los veinte, y que en verano explota. "Dionisio de la Huerta... qué personaje. Un cosmopolita lleno de ideas. Lo conocí, él ya mayor. ¿Sabe? Este año se cumplen 50 de la llegada del cañón de Les Piragües a Arriondas. Lo regaló Samaranch cuando era delegado nacional de Deportes. El año pasado lo restauraron en Hunosa". Antes, un cañonazo real iniciaba el Descenso del Sella. Ahora el cañón dispara de mentirijilla, pero se oye ruido y se ve humo.

El Sella preside la vida local, un icono de vida. A doscientos metros del puente donde cada año se inicia la madre de todas las carreras hay un encuentro de aguas en la confluencia con el Piloña. En medio, un parque ganado a la corriente, el de La Concordia, presidido por las chaponas magníficas de Rubio Camín y las flechas que marca la dirección de los ríos hermanados con el Sella.

"Crecí en un tiempo en el que el mayor regalo era una peseta para comprar una chocolatina de La Cibeles, con cromo de Pinín", recuerda Fran Rozada, tipo fino, sombrero negro que resguarda del orbayu. Lleva escritos 250 artículos sobre Parres.

Barrio de La Peruyal, donde nació la fiesta del Bollu. No muy lejos, la imponente Villa Juanita (1923), ejemplo de arquitectura indiana. El moribundo chalet de los Valle, al lado, es una joya en ruinas. Arriondas en silencio, en modo invierno, parece esperar la llegada de la luz para volver a recrearse en la fiesta total. Cañonazos de paz en honor al río de todos.