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MARITA ARAGÓN | Catedrática de Filología Francesa y exvicerrectora

"Me parece horrible jubilarse a los 55 y estar otros 40 años con la panza al sol"

"Pasé diez años de vicerrectora y fue muy dolorosa aquella falta de dinero que obligaba a decir que no a buenos profesores que sólo pedían trabajo"

Marita Aragón MIKI LÓPEZ

Una familia especial. "Mi abuelo materno había conseguido hacer una fortuna. Tenía reservada por sistema una habitación en el hotel Palace, en Madrid. Se arruinó en los primeros años de la década de los treinta, pero dejó muchos, muchos amigos. Mi padre vivió una guerra dura. Un día estaba con unos amigos en Avilés asando castañas y les detuvieron bajo la sospecha de que estaban tramando algo. Él era el director del Instituto Carreño Miranda, y acabó en un campo de concentración en Soto del Barco; después lo trasladaron a otro que se había montado en Llanera. Yo era una niña muy pequeña y a nuestra casa de Avilés llegó algún grupo de milicianos que buscaban toallas y ropa de cama para hacer vendas. Mi abuela tenía unas joyas y para que no las encontraran y se las llevaran se le ocurrió meterlas dentro de una muñequina de trapo que siempre llevaba conmigo. Así que los milicianos en casa y yo detrás de ellos, hablando sin parar y con la muñeca en brazos como si tal cosa. Cuando entraron los "azules" nos desvalijaron la casa porque al parecer habían encontrado un carné del partido de Melquíades Álvarez y otro de la UGT. Mi padre tuvo que ir a Madrid a explicarse. Como ve, le dieron por todos los lados".

Adolescencia avilesina. "Nos fuimos de Avilés siendo yo una niña, pero seguimos manteniendo una gran relación con la ciudad. En Avilés siguió viviendo la abuela y a su casa íbamos por el verano a disfrutar de las playas de San Juan de Nieva y Salinas. Mi padre era amigo de un práctico del puerto, comíamos en su casa y dábamos paseos en barquita por la ría. Comenzaba Ensidesa y aquello se llenó de trabajadores y sus familias que venían de un lado y de otro y a quienes se les llamada "coreanos", que siempre me pareció un apodo un poco cruel. En Correos había un funcionario que se dedicaba sólo a tramitar los giros postales de los trabajadores de Ensidesa".

Una etapa en Gijón. "Estuve nueve años dando clases en el Instituto Femenino, en Gijón. Tengo a orgullo haber sido quien sugirió el nombre de Doña Jimena. Había una directora muy conservadora que estaba empeñada en que el centro se llamara Sede Sapiencia, que es un nombre que me temo que no iba a durar mucho. Yo argumenté: hay que buscar un nombre femenino, doña Jimena, la mujer del Cid, había nacido en Noreña, fue una persona influyente. Y los demás profesores me hicieron caso. Me pasé casi una década yendo y viniendo a Gijón en mi Seat 600 por aquella endemoniada carretera antigua. Yo salía con una hora de antelación, pero Cachero, que por entonces daba clase en el Instituto Jovellanos, que está enfrente, salía dos horas antes. Cuando veía un camión, él paraba, aparcaba en el arcén y lo dejaba seguir. Por fortuna, eran tiempos en los que se podía aparcar con facilidad cerca del instituto".

Una mujer con mando universitario en plaza. "Me convenció Teodoro López-Cuesta para que me hiciera cargo del vicerrectorado de Ordenación Académica y Profesorado en el año 1982. Recuerdo perfectamente la rueda de prensa de presentación. Aquello estaba lleno de periodistas y me preguntaron por lo extraordinario del nombramiento de una mujer. Evidentemente, dije, si yo fuera hombre, ustedes no estarían aquí. Accedí al cargo en la mitad del mandato de López-Cuesta, que dos años más tarde perdió las elecciones frente a Alberto Marcos Vallaure. El nuevo rector quiso saber si yo estaba dispuesta a seguir teniendo responsabilidades de gestión, pero, claro, hubiera sido una falta de ética por mi parte haber estado en el equipo de López-Cuesta y acabar en el equipo de su adversario en la carrera al Rectorado. Me llevé muy bien con Marcos Vallaure, tengo que decir. Juan López Arranz, su sustituto al frente de la Universidad, me preguntó si yo tenía alguna intención de presentarme a rectora. Le dije que no y me contestó: 'Pues entonces me presento yo'. Arranz me confirmó en el cargo, y cuatro años más tarde lo hizo Santiago Gascón. Yo no quería continuar porque me agobiaba la falta de presupuestos. Era insoportable y doloroso recibir a buenos profesores que me suplicaban un puesto de trabajo para mantener a su familia, y tener que decirles que no, que no había dinero. Tenía una pariente que decía que eso de la gobernanza universitaria me iba porque yo tenía fama de mandona. Lo hice lo mejor que pude, y conseguí no dejar nunca de dar clases. Tuve que reducir horario y me quedé, lo reconozco, con mis dos asignaturas favoritas, la Literatura Medieval y el siglo XVIII. Para las letras francesas el XVIII fue el auténtico Siglo de Oro".

El Centro de Cálculo y Ramón Areces. "Teodoro López-Cuesta nos dijo un día: 'Quiero nombrar doctor honoris causa a Ramón Areces, que tiene trauma por no haber podido estudiar y sé que se va a poner loco de contento'. Y así fue. Areces le preguntó a Teo en qué forma podía compensar a la Universidad por tanto honor, y el Rector sugirió que podría sufragar las revistas. Pero Ramón Areces no entendió que se estaba refiriendo a las revistas científicas, debió de pensar que eran revistas del corazón. 'Pero si esas revistas acaban tiradas por ahí, y no las lee nadie', argumentó. Bueno, pues si no hay revistas se podía montar un Centro de Cálculo, dijo López-Cuesta. Y Ramón Areces sufragó aquella infraestructura, que para la Universidad de Oviedo supuso un avance enorme".

Fin a las clases. "Tengo que decir que la jubilación no me supuso ningún trauma. Llevaba 50 años trabajando y pedí otros cuatro de emérita. Cuando fui a arreglar los papeles a una de las oficinas de la Universidad el funcionario no se lo podía creer. Me parece horrible jubilarse a los 55 años y pasarse, con un poco de suerte, otros cuarenta con la panza al sol. El saldo general de mi profesión es muy positivo, me encanta que cuarentones y hasta cincuentones me paren por la calle y me digan: 'Marita, que yo fui alumno tuyo'. En Santiago mis alumnos me despidieron con cava en vasos de plástico. Y eso no les pasa a todos los profesores".

Una mujer afortunada. "Llevo diez años con degeneración macular, en tratamiento con los Vega, pero me sigo manejando con el ordenador y soy autónoma. No me quejo. Me muevo por el barrio (San Lázaro), hago la compra y me gusta cocinar. Y tengo conmigo a Marlén, que me ayuda y es un encanto de mujer. Soy afortunada".

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