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La inesperada jefa de mecánicos

Mari Paz Prado asumió la dirección del taller tras la muerte de su marido: "Me decían: ¿y tú cómo te metes en esto?"

Asunción Arnaldo Álvarez.

El día en el que Mari Paz Prado se puso al frente de su taller de coches, Carrocerías Blanco, no tenía ni idea de lo que era una llanta. Lo recuerda visiblemente emocionada. "Me decían ¿y tú cómo te metes en esto?", señala. No por ser mujer, sino directamente por su desconocimiento de un mundo, el de la mecánica, al que pocas veces se había acercado. Pero su historia laboral tiene un inicio trágico. Llegó a ese negocio después de que su marido, José Manuel Blanco García, falleciera de un repentino infarto mientras estaban celebrando sus bodas de plata en un restaurante de Oviedo. Entre los invitados había médicos, pero no pudieron hacer nada por él, recuerda. "Yo siempre había sido ama de casa y no tenía ni idea de trabajar, y mucho menos de esto", rememora. Ahora lleva quince años al frente de la empresa. Presume de tener un taller impoluto y de ser una "rara avis". Está prácticamente sola en un mundo dominado por los hombres. "El principio fue muy duro, no tenía ni idea de nada", asegura.

Ahora se desenvuelve con una enorme destreza por el taller. Tiene ocho empleados a su mando, todos hombres. "Les doy voces y muchas veces me enfado con ellos, pero les quiero mucho, sin ellos yo no soy nadie, lo son todo en esta empresa", asegura. A base de hacer cursos de chapa, de pintura, de peritaje y de mecánica fue haciéndose al negocio y comenzando a controlarlo. "Aquí hacemos de todo", explica con soltura en la mesa de su despacho que, reconoce, pisa poco. Prefiere estar en el taller junto a sus trabajadores, los clientes y los proveedores.

"Mi misión es coger el teléfono, atender a los clientes, a los proveedores, estar pendiente de los trabajadores o de limpiar los coches antes de que los recojan los clientes", explica. Asegura que nunca tuvo problemas por el mero hecho de ser mujer. "Lo que hago es marcar siempre las distancias, yo trato siempre a la gente de usted, y jamás tuve un problema con nadie". Al principio, relata que la familia y sus amigas le recomendaban que vendiera o alquilara el negocio, pero se negó y tiró con el taller. "Lo hice por mi marido, porque él amaba esta empresa, empezó en esto con 23 años, desde la nada", asegura Prado.

Es de las pocas mujeres en un mundo dominado por los hombres. "Soy un paso adelante para muchas familias que sólo tienen hijas, porque una empresa así la puede llevar tanto una mujer como un hombre", reflexiona.

A unos metros de distancia trabaja Asunción Arnaldo Álvarez, que es la directora de un centro de formación para preparar a escoltas, vigilantes de seguridad privada o futuros policías. La presencia de mujeres en ese sector de actividad, señala, continúa siendo escasa. Pese a que Arnaldo defiende que ellas tienen unas capacidades diferentes a las de los hombres y que las hacen ser "muy eficaces" en este tipo de trabajos. Aunque se lamenta de que, pese a todo, los empresarios siguen siendo reacios a contratar a una mujer para hacer estas tareas. "Muchos aún tienen la idea de que para ser vigilante hay que ser fuerte, cuando vienen a pedirme personal yo siempre ofrezco a algunas de las chicas que tenemos en los cursos", relata.

Sin embargo, en las aulas ellas son también minoría, sigue sin atraerles este oficio. "De cada diez alumnos, sólo hay unas tres mujeres", lamenta la empresaria.

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