En el congreso mundial de móviles de Barcelona, el filósofo que se esconde debajo del secretario de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital decidió catalogar a los asistentes. Descubrió que en la feria universal donde se maneja el negocio tecnológico, el setenta por ciento eran hombres, para más precisión hombres asiáticos y anglosajones escandinavos. En el treinta por ciento de la minoría femenina había mayoría de comerciales. Así empezó todo. José María Lassalle (Santander, 1966) contó en esos términos ayer, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, el origen de la preocupación de su departamento por la "brecha de género digital", también el motivo de su presencia para celebrar el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, hablando del "gran asunto" del que casi nadie habla.

En diálogo con la directora de este periódico, Ángeles Rivero, Lassalle desmenuzó la tarea que tiene encomendada un grupo de trabajo constituido en su Secretaría de Estado para dar respuesta a una pregunta que la literatura académica del sector se formula de manera muy esporádica y que se cuestiona por qué en esta sociedad que ha ido limando la brecha de género vive sin embargo instalada una idea que confirma que "la mujer está menos capacitada o inclinada que el hombre, emocional o analíticamente, a entender el mundo tecnológico". Existe la certeza estadística de que "tiende a inhibirse" y no precisamente como usuaria o consumidora, sino "en el desarrollo profesional de una formación que tenga que ver con lo tecnológico", o en la asunción de responsabilidades esenciales a la cabeza del negocio. "En el poder", porque "el empoderamiento de lo digital expele a la mujer", remata. La supuestamente moderna sociedad tecnológica "acepta como normal que el mundo de los cuidados lo monopolizan las mujeres y el tecnológico los hombres, cuando el poder no está en los cuidados, sino en la tecnología".

Viene el secretario de Estado pertrechado con convicciones estadísticas. Cita la encuesta del gigante de la cosmética L'Oreal y su conclusión de que el 63 por ciento de los españoles -hombres y mujeres-, piensan que "las mujeres no sirven como científicas de alto nivel" -y también el 71 por ciento de los alemanes, y el 93 de los chinos?-. Sorprende con el dato que confirma el descenso de la población femenina en las aulas de las carreras tecnológicas -el veinte por ciento de hoy estaba por encima del treinta hace veinte años?- y arranca el análisis de los motivos con referencias a "patrones educativos y roles sociales", al arraigo de la convicción que desde la infancia "asocia la genialidad al hombre y el esfuerzo y la empatía a la mujer" o a cierta anómala conciencia social que "excluye conceptual o vocacionalmente a las mujeres de las ingenierías, de la tecnología, de la ciencia en general". Tampoco hay referentes femeninos abundantes en este campo, ni ayudan los patrones de jerarquización lógica que definen el modelo científico -"la mecánica jerarquizadora es patriarcal"- ni la presión inconsciente que toda esa mezcla ejerce sobre "la mujer, que por hábitos conductuales de conocimiento acaba tendiendo a inhibirse".

Del origen de todo eso, y de los antídotos que pueden contrarrestarlo, conoce ya el único grupo de trabajo sobre la brecha tecnológica de género que funciona en Europa. Pero las preocupaciones del secretario de Estado abarcan otras decepciones con el tipo de universo digital que hemos construido entre todos. Si recuerda las expectativas "absolutamente optimistas" que el salto tecnológico alimentaba a finales del siglo pasado y las compara con la realidad actual del "ciberacoso, la emergencia de la posverdad o las noticias falsas", Lassalle se planta ante "un escenario que nos pone delante de los ojos que la distopía es más posible que la utopía".

Da por cierto que el desarrollo tecnológico, que anunciaba "el mejor de los mundos posibles", no será neutro si no se regula. Equipara los defectos de una red sin reglas a los del mercado y se dice partidario de "actuar" y "favorable a una regulación" en la red, aunque sea "mínima", que no equivale a poner puertas al campo ni a la libre competencia, sino a trabajar para recortar los efectos perversos que asoman algo más que la patita en internet.

Asiente a la máxima que proclama que "cuando algo en internet es gratis, el producto eres tú" y la traduce hablando de la "huella digital" y del reguero de datos que deja el usuario de la red como "un valor económico", "el petróleo del siglo XXI", un caudal de información que está pidiendo "un modelo de propiedad de los datos" y que habría de incluir un "derecho al olvido" y al borrado de la propia huella. Y hablando de la anomalía de la gratuidad, José María Lassalle deja al pasar la convicción de que "el periodismo serio requerirá más tarde o más temprano un modelo de negocio que asocie la calidad al pago", pero "para que todo eso funcione", precisa, "hace falta empoderar a la sociedad para dotarla de mecanismos que permitan al usuario saber dónde termina mi propiedad y dónde empieza la de los otros". Porque el digital es a su vista "un mundo que se ha desarrollado buscando como valores la velocidad y la capacidad en la generación de datos, pero ha olvidado un concepto fundamental: la ética".

Habla un político sin presencia en las redes sociales. Reivindica su derecho de "académico que me tomo en serio la reflexión" y que cree "muy difícil explicar la complejidad del mundo que nos aqueja" en los márgenes estrechos de los 140 caracteres de Twitter. Habla un político que camina pues por la red a contracorriente del "exceso de visibilización" que critica de alguno de sus colegas en las redes. "Cuántos políticos se ponen superestupendos en las redes sociales", exclama, contribuyendo al narcisismo y al ruido perdidos dentro de un "bucle autorreferencial" de tuits que "son muchas veces réplicas o retuiteos del argumentario que sale de las sedes de los partidos". Hay ahí, concluye, "una frivolización muy grande de la política".

La tecnología, avanza la teoría del secretario de Estado, "no es buena ni mala, pero tampoco neutra. E inconscientemente nos modela". Está hablando de los niños y contesta a la pregunta por las medidas de protección frente a su exposición a las redes llamando a proporcionarles "herramientas de pensamiento crítico" sin cometer el error de emprender la tarea condenada al fracaso de intentar convertir a nativos digitales en "nudistas tecnológicos". Las precauciones, concluye con el ejemplo analógico, han de ser "las mismas que tomamos cuando cerramos la puerta de casa y les decimos que no abran a nadie que no conozcan, o cuando les ponemos un cinturón de seguridad o una sillita que cambia con el peso o los años".

Su departamento, por lo demás, prepara también un proyecto piloto sobre el poder de la tecnología para desactivar el envejecimiento y la despoblación para el que asume Lassalle que Asturias, igual que Galicia o Teruel, serían buenos candidatos como sedes. Eso, no obstante, aún no está decidido y se determinará, precisa, mediante "un convenio con la Federación de Municipios y varias comunidades autónomas".