La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La profecía autocumplida de Javier Ledo "Teiceyos", que ya había amenazado de muerte a la madre de su hijo

Un día después de la aparición del cadáver, el detenido ya preveía acabar en el calabozo, lanzaba pistas sobre posibles sospechosos y empezaba a desvelar detalles íntimos de la gijonesa asesinada

Javier Ledo: "No tengo nada que ver con la desaparición de Paz"

Javier Ledo: "No tengo nada que ver con la desaparición de Paz"

Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Javier Ledo: "No tengo nada que ver con la desaparición de Paz" Raquel L. Murias

Desde el pasado 13 de febrero los comentarios eran constantes en Navia. Javier Ledo Ovide, de 42 años y vecino de Llosoiro, en Coaña, parecía el principal sospechoso de la desaparición de la gijonesa Paz Fernández. Fue la última persona con la que se vio a Paz la tarde antes de desaparecer. Juntos estuvieron tomando algo: vino ella; vermú él. Desde la una hasta las seis.

No fue sencillo dar con Javier Ledo, conocido también en la zona como "Teiceyos", por el nombre que tiene la casa familiar en Coaña, pero al final aceptó hablar con este periódico en exclusiva y dar su versión de lo que pasó aquella última tarde que compartió con Paz Fernández antes de que ella desapareciese. Fue el miércoles, a las siete y media de la tarde, la primera vez que Ledo decidió contar su versión de los hechos. Los investigadores cerraban el círculo y habían advertido de que estaban a punto de detener a un hombre del entorno de la gijonesa y que la conocía muy bien.

Había que hablar con Teiceyos. Llamada al teléfono fijo de su casa en Llosoiro. Su madre responde amablemente y avisa a su hijo, que estaba fuera cortando leña, para que se ponga al aparato. Y Ledo respondió. Sereno y seguro de sí mismo. Dice con rotundidad dos cosas: una, que sabe que es el máximo sospechoso para la Guardia Civil y la Policía judicial; y dos, que es inocente. "Yo sé como es la justicia, si no encuentran nada son capaces de querer colármela a mí, pero si de algo estoy seguro es de que yo no le hice nada a la pobre Paz, ni a ninguna otra mujer".

Paz y Javi habían retomado su relación de amistad, siempre según la versión del coañés, en septiembre, cuando se encontraron en Navia, donde el hombre tiene residencia también. "La encontré en la sidrería Antolín. Nos conocíamos de Gijón, yo trabajaba en un bar cerca de un local donde estaba ella y ahí empezó nuestra amistad".

Hombre menudo y padre de un hijo, los que conocen a Ledo desde hace años son conscientes del deterioro físico que ha sufrido en los últimos tiempos, algo que él achaca al sufrimiento que arrastra por la separación de la madre de su hijo, Izan, de 4 años. Tiene con ella un juicio pendiente por amenazas de muerte. La Fiscalía, tal y como él mismo reconoce, pide para Ledo dos años y un día de cárcel: "Tuve un fallo con la depresión. Ella había dejado el niño en casa de mis padres y un día me llamó para decirme que acababa de llevarse al pequeño para Gijón. Entonces salí de trabajar, mezclé la medicación con el alcohol y le dije que como fuese verdad que se había llevado al niño era capaz de matarla. Ella me grabó, se presentó ante un juez y me pide cárcel". Ledo ya tiene un hermano cumpliendo condena.

Fumador de tabaco negro, aficionado a los caballos, Ledo volvió de Gijón tras veinte años fuera de Coaña para asentarse con sus padres, ya mayores, en Llosoiro. Su padre, enfermo de alzhéimer, ya no sufre por los rumores que corren como la pólvora sobre su hijo. Un hijo que, al final, acabó ayer detenido por este caso. Pero la madre de Ledo sí está preocupada. Él mismo lo aseguró. "Mi madre tiene miedo a que me detengan", afirmó. Y ese día llegó. Ledo lleva un año dedicándose a las fabas, tiene una hectárea plantada en sus tierras.

En esa primera llamada de teléfono, el detenido desvela datos personales de Paz Fernández pero explica que no quiere que se sepan. Asegura que ya ha dado toda la información a los investigadores y que hay cosas que es mejor no publicar. Son amigos, "y su pérdida me duele como la de una hermana". Teiceyos tiene cuatro hermanas y un hermano.

Pero se defiende. Relata que estuvieron juntos hasta las seis y que después ella le llamó "con un cambio de actitud evidente". En ese mensaje de voz, al que ha tenido acceso este periódico, la mujer asegura: "Vaya la que monté, vaya la que hice...", y fue entonces cuando él la invitó a cenar a su casa, para que se tranquilizase. Pero "Paz nunca apareció, yo me quedé dormido en la cama enseguida por la medicación". Javier Ledo asegura que fue al día siguiente cuando se percató de que algo podría haber pasado. Fue cuando el dueño de la pensión San Francisco, donde ella había reservado una habitación para dormir, "me llamó a la puerta de casa", relata. El perro de Paz andaba suelto por allí y llamaron a Javier Ledo para que lo recogiese. "Entonces le mandé dos mensajes de voz y ya tenía el teléfono apagado. Ese día su hermana y su madre pusieron la denuncia ante la Guardia Civil", dice el coañés.

A los pocos minutos de colgar, el coañés quiere matizar algunas cosas y comienza a enviar una batería de mensajes privados a través de una red social para defenderse: "Si yo escondiera algo no declararía. Me podría callar y no lo hice". Y ahí lanza el primer dardo contra la Guardia Civil: "Quisieron poner palabras en mi boca que yo nunca dije y eso me ofendió bastante".

Día siguiente, jueves. Se publica el reportaje de la última tarde con Paz, y Javier Ledo quiere explicarse más y "contarlo todo". Comienza a mandar mensajes a primera hora, sigue pensando que van a por él. Entonces abre la caja de pandora. Sentado en Navia, en una cafetería del centro, donde apura el café y el pitillo y donde desemboca el mismo río donde acabó el cuerpo de Paz, se explica y mantiene la misma versión. Pero ahora aporta más datos.

"Un mundo muy complicado el de Paz. Yo siempre le decía que tuviese cuidado". El coañés da una de cal y otra de arena. Por una parte dice querer a su amiga "muchísimo", y por otra relata intimidades de la vida de la gijonesa. Además, asegura que durante su última comunicación con Paz, sobre las nueve y media de la noche de aquel martes 13, ella le mandó un audio y ahí se escucha "cómo alguien la llama a su otro teléfono".

Teiceyos cree que la clave de la desaparición de Paz puede estar en esa llamada. "La Policía judicial me dijo que estuvo mandándose mensajes con un hombre a las once de la noche. Además, ella ese día había quedado para verse con una persona que le iba a dejar 800 euros para arreglar la caravana", asegura Ledo mientras gesticula con las manos castigadas.

- ¿Sabe si llegó a verse con él?

-No, no lo sé.

El martes se cumple un mes de la desaparición de Paz, cuyo cadáver fue encontrado en el embalse de Arbón con signos de violencia. "No tenía pareja. Había tenido un novio pero se dejaron hace un año. Lo que sé es que desde hace cosa de veinte días o así había retomado la relación con el padre de su hija. Y yo la animé, le dije que los niños sufren por las separaciones", explica Ledo, que ha sufrido en sus propias carnes la ruptura sentimental con la madre de su hijo. Ledo insiste en la "persecución" a la que está sometido.

Acusa al capitán de la Guardia Civil de Navia de ir a por él. "Hace años me quitaron el carné y un día intentó pillarme, pero me escapé. Desde entonces me tiene rabia". Teiceyos siempre quiere que se añada un dato que considera clave, que el día que desapareció Paz él estaba con una pierna escayolada: "Estaba yo como para asesinar a nadie". Y al minuto, da una calada y relata que prefiere quedarse con el recuerdo de Paz, "de los domingos que íbamos juntos al Pryca con los guajes, al parque de bolas. Ella se desvivía por su hija. Yo soy muy responsable con el mío".

Estaba comiendo en Llosoiro cuando dieron la noticia de la aparición del cadáver de su amiga. "Si me culpan a mí es que la cosa va a dedo", remata mientras apaga el pitillo, y añade: "La procesión va por dentro".

Compartir el artículo

stats