Sentirse arropada por los más allegados era quizás el único consuelo que ayer podía tener la familia de Paz Fernández Borrego, la mujer gijonesa de 43 años asesinada en Navia y encontrada muerta en el embalse de Arbón el pasado martes. Por ello decenas de amigos y conocidos se acercaron hasta la capilla del tanatorio de Gijón-Cabueñes para rendir homenaje a la fallecida y confortar a su familia. Pero ese apoyo no pudo contener el llanto que marcó toda la celebración de la palabra por el eterno descanso de Paz Fernández. Especialmente, cuando sus restos mortales fueron sacados de la sala para ser trasladados al cementerio de la parroquia de Deva, donde en la tarde de ayer recibió cristiana sepultura, ya en la intimidad familiar.

La ceremonia fue breve, apenas unos veinte minutos, tal como querían expresamente los familiares de Paz, quienes desde el funesto hallazgo claman justicia. El sacerdote que encabezó la celebración de la palabra quiso transmitir consuelo a los hijos de Paz Fernández, a sus tres hermanas -Carmen, Coral y Graciela- y también a Carmen Borrego, la madre de la fallecida, visiblemente afectada durante todo el responso. Les habló para superar "el profundo dolor" que les ha provocado este "luctuoso suceso". El sacerdote les instó a fijarse en "el testimonio de vida, entrañable" que dejó esta gijonesa, una mujer vecina del barrio gijonés de Nuevo Roces y muy querida también en el de Pumarín.

Muchos de los más allegados a la víctima del crimen de Arbón, sobremanera sus hermanas y madre, no podían contener sus lágrimas por la mujer "dulce, divertida, alegre, dicharachera, espiritual, con don de gentes, aficionada a la música y alma viajera", como la definían sus amigos. Nada podía reducir su dolor al ver el ataúd, cubierto por un amplio ramo de flores blancas. Un llanto que rompía el silencio propio del rito de despedida.

Ningún representante de la familia aprovechó la ceremonia para pronunciar algunas palabras. Su hijo lo haría a través de las redes sociales, donde pidió a su madre que "descansara en paz". La gratitud la manifestaron por boca del sacerdote, quien acertó a dar las gracias "por la ayuda, el cariño, las condolencias y las oraciones sinceras" mostradas hacia Paz Fernández y que han supuesto un consuelo a la familia "en estos momentos de angustia y dolor".

Poco había que añadir, las lágrimas y la tristeza en el semblante de los presentes eran más reveladores que cualquier discurso. Tras el acto, se llevaron su restos a Deva.