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LUIS RUBIO | Exdirector del aeropuerto de Asturias

"Elegí seguir en Asturias porque me encanta y me enamoré de una chica de Gijón, mi mujer"

"Me volqué en educar a mis hijos, en estar con ellos y observar su conducta durante la adolescencia, teniéndolos a la vista pero sin que se dieran cuenta"

Luis Rubio en Gijón, donde se casó y vive. JUAN PLAZA

Luis Rubio Bardón (Navamorcuende, Toledo, 1944) se crió en Córdoba y se orientó desde los 18 años a pilotar aviones. Su afán de quedarse en Asturias, compartido con su mujer, gijonesa, le dejó en el aeropuerto de Santiago del Monte, donde trabajó cuarenta años y terminó su carrera como director hace ocho años. Aún conserva imbatido el récord de movimiento de pasajeros, el millón y medio de 2007. Tiene dos hijos que le han dado cuatro nietos entre los 8 y los 5 años. Es vicepresidente del Ateneo Jovellanos, juega al golf, oye música y pinta paisajes, bodegones y retratos con acrílico que regala a los amigos.

- Llegó al aeropuerto de Asturias en septiembre de 1969.

-Llevaba un año en funcionamiento. Lo dirigía el teniente coronel Leandro Fernández Rodríguez-Cancio. Mis amigos habían terminado en el Ejército y empezaron a ingresar en Iberia. Para poder volar en aviones comerciales tenía que hacer un curso de tres meses en Salamanca que costaba mucho dinero y me propuse ahorrar para examinarme y pasar a Iberia. Como funcionario civil de la administración militar viví en la residencia militar Comandante Vallespín de Oviedo, que era triste y de gente mayor. Unos amigos me invitaron a ver la de Gijón, con jóvenes y canchas de tenis, y me mudé.

- Llegar entonces al aeropuerto era una aventura. No estaba hecha ni siquiera la "Y".

-Teníamos turnos de doce horas y descansos de dos días. Apenas había trabajo, un avión por la mañana y otro por la tarde. Trabajábamos cien personas. En 1969 movíamos 77.735 pasajeros y 2.984 aeronaves. Piense que en 2009 fueron 1.316.212 pasajeros en 16.537 aeronaves

- No entró en Iberia.

-Me enamoré de una chica que hoy es mi mujer y nos planteamos qué hacer. Entonces no se podía volar en Iberia sin residir en Madrid o en Barcelona, donde hubiera una base, y eso significaba que me tenía que ir de Gijón. Asturias me encantó.

- ¿Cómo se conocieron?

-María de los Ángeles y yo teníamos amigos comunes. Ella nació en México pero vino a Gijón de pequeña.

- ¿Qué le gustó de Asturias?

-El paisaje y el carácter de los asturianos, hospitalarios y alegres como los andaluces, pero de otra forma.

- ¿Usted ya quedó en Asturias para siempre?

-No. En 1973 redujeron la plantilla de cuatro a tres y como yo era el jovencito quedé pendiente de destino forzoso a El Aaiún. Como no quería estar recién casado y llevar a mi mujer a África pedí voluntario el aeropuerto de Málaga.

- Ya un buen aeropuerto.

-Tenía un turismo considerable. En 1974 nos casó en San Pedro mi primo Fernando Rubio, que fue muchos años párroco de San Juan en Oviedo. Mi mujer vino conmigo a Málaga durante un año hasta que salió la plaza en Asturias. En ese regreso me planteé seguir trabajando en aeropuertos, que me gustaba mucho.

- ¿Y volar?

-Daba clases en el aeroclub en Llanera, que me venía muy bien porque necesitaba hacer horas para renovar las licencias. Al llegar la democracia se creó la Dirección General de Aviación Civil, a la que pertenecía, y me dediqué a examinar pilotos que querían renovar sus licencias o convalidar la que habían sacado en Estados Unidos. Eso me hacía pasar temporadas en Huesca.

- ¿Tuvieron hijos pronto?

-Al año de casarme, el día de mi 30.º cumpleaños, nació mi hijo Ramón, hoy profesor titular en la escuela de ingenieros industriales en Gijón. Un año y medio después tuvimos a Begoña, que hizo Musicología y Piano y trabaja en el colegio de la Inmaculada.

- ¿Cuándo llegó a los globos?

-Unos locos de Gijón del club de aerostación de globos me pidieron que les diera una conferencia sobre el tráfico aéreo en una concentración de aerostación. Me subieron en un globo y me fascinó. Me hice piloto de globo y, junto con otro, escribí un manual para obtener el título de piloto de globo libre. La Dirección General de Aviación Civil me cogió para examinar a los pilotos de globo en Huesca. Allí se concentraban todos los aficionados de Cataluña. Eso alargó mis estancias en Huesca.

- ¿Fue un padre presente?

-Total. Me volqué en educarlos, en estar con ellos y en observar su conducta, sobre todo en la adolescencia, cuando dicen que los padres no tenemos ni idea y se agarran al líder del grupo.

- ¿Dieron mucha guerra?

-No, pero son épocas difíciles y mi idea era tenerlos a la vista sin que se dieran cuenta. Estuve en el consejo escolar, si jugaban a baloncesto llevaba al equipo en el coche, soy fundador del coro de padres de la Inmaculada, donde recuperé mi afición juvenil por la música. Mi hija tenía mucho oído desde pequeñita y la llevé a piano como actividad extraescolar. El primer día iba llorando, le dije que si no le gustaba en una semana, la sacaba. Acabó la carrera sin tener piano en casa.

- ¿Cómo es el aeropuerto de Asturias?

-Tengo dudas de que se hiciera en el sitio ideal. En Llanera no se podía hacer por las nieblas y las montañas. Debería haberse hecho en La Providencia. Las pistas tienen que estar orientadas a los vientos dominantes, que aquí son Este-Oeste, y eso sucede en La Providencia, en Gijón, ahora ciudad, pero en 1968 con un gran espacio desde el Sanatorio Marítimo hasta la Colina del Cuervo. Otro sitio fue el monte Areo. Santiago del Monte partió de un terreno del Ejército del Aire, que quería tener allí una base en la Asturias de las minas y de Ensidesa. En Asturias el aeropuerto es muy necesario.

- ¿Por qué?

-Soy crítico con que haya tres en Galicia y otros tantos en el País Vasco, pero he vivido en la Asturias aislada de la Meseta, más que este año. Y actividades como los premios "Príncipe de Asturias" o la subsede del Mundial de fútbol no se podrían realizar sin aeropuerto porque sus protagonistas vuelan.

- Pero en sus inicios el tráfico era mínimo.

-El vuelo de Madrid y aquel que hacía Barcelona-Bilbao-Asturias-Santiago, algo más de mil kilómetros. Si hoy hubiera ese trayecto, saldrías de Barcelona oyendo las instrucciones en catalán, luego las escucharías en euskera y al final en gallego. Sólo las oirías en castellano al llegar a Asturias.

- ¿En qué cambió más el aeropuerto?

-En seguridad y calidad. Al principio, la gente iba a ver aterrizar los aviones al aeropuerto desde una plataforma que había. Desde Munich 1972 se prohibió acercarse a las pistas. El servicio contraincendios ha mejorado una barbaridad y también las comunicaciones avión-tierra.

- ¿Y en calidad?

-La terminal tuvo ampliaciones racionales, sin grandes inversiones inútiles, para ir algo por delante de las necesidades. En los tiempos de la opulencia se decía que en la Edad Media las ciudades presumían de tener grandes catedrales y ahora de tener grandes aeropuertos. Eso no pasó aquí.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Muy bien. Estoy tremendamente agradecido. Soy creyente. He tenido reveses en la vida, pero ni me acuerdo. Tomo las decisiones de manera meditada con mis más allegados y luego nunca miro para atrás. Todos tienen salud, y no tengo de qué quejarme.

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