Mariano Marín Albi, abogado gijonés de 52 años, es miembro de una destacada saga de arquitectos que ha puesto su firma durante décadas en edificios notables de Gijón. Hay pocas cosas que impidan conciliar el sueño a este letrado, entre cuyas mayores pasiones se encuentra la fotografía y el deporte. Y cuyos compañeros de profesión califican como un hombre "calmado y tímido, en ocasiones retraído".

Hijo de Mariano Marín Rodríguez-Rivas; nieto de Mariano Marín de la Viña y bisnieto de Mariano Marín Magallón, todos ellos arquitectos que dejaron una profunda huella en Gijón, atesora, como sus antecesores, una marcada vocación humanista. Tiene desde 1985 su despacho profesional en el número 14 de la Plaza de Europa, un edificio singular construido por su padre, a quien también se debe el Club de Tenis de Gijón; como el teatro Jovellanos , el "martillo" de Capua o Corrida, 3 corresponden a su bisabuelo, un arquitecto nacido en Barcelona que practicó un eclecticismo con elementos ornamentales próximos al modernismo, contribuyente efectivo a forjar la imagen burguesa del Gijón de su época.

Pese a la tradición de la estirpe familiar y a la relevancia arquitectónica de los Marín que le precedieron, el nuevo delegado del Gobierno en Asturias nunca sintió la llamada vocacional de la arquitectura. Tal vez el ejemplo de su padre, que al final de su carrera se mostró muy crítico y desencantado con la profesión, al considerar que los arquitectos se habían convertido en meros conseguidores de licencias, le indicó el camino hacia las leyes. En la rama materna había genes emparentados con el Derecho. Varios Albi fueron abogados y notarios.

Nacido en Gijón, cursó las primeras letras en el Liceo La Corolla. Tras una breve estancia en Madrid, donde recibió clases en el Colegio Retamar, regresó a su ciudad natal y continuó sus estudios en Los Robles. Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, terminada la carrera cursó la diplomatura en Comercio. El servicio militar lo cumplió en Vitoria, en la base de Araca, a los 23 años, con el título de abogado bajo el brazo y la colegiación. En la mili fue nombrado secretario del juzgado de instrucción militar, donde pudo presenciar consejos de guerra por deserción, que era la nomenclatura marcial de denominar a la "huida" de los soldaditos que no regresaban de un permiso porque echaban de menos a la familia o a la novia o que demoraban su regreso al cuartel. Marín redactó recursos para más de uno de esos reclutas díscolos, a las que visitaba en la prisión de la base.

Contrajo matrimonio en 1991 en la iglesia de Deva y no tiene hijos. Pertenece al Rotary Club de Gijón y también juega al golf algún fin de semana. En lo gastronómico valora sobremanera el maridaje de la sidra y la fabada.

Mariano Marín es un gran aficionado al deporte y a los viajes. Se ha convertido de un tiempo a esta parte en un consumado "runner". Sala a correr con socios y amigos del un conocido gimnasio de la calle Donato Argüelles, dos o tres veces por semana, desde hace año y medio.

Enamorado de la literatura americana, su otra gran pasión es la fotografía. En 2014 presentó unas fotos a un mayorista y le pagaron con un viaje a Cuba. Otro reportaje realizado en uno de sus viajes le llevó a Birmania. Viajero impenitente, Asia y África son sus continentes favoritos, siempre con la cámara en ristre. Su ciudad preferida es Londres.