Poco preparados bajaron los amigos hace cincuenta años a las entrañas de Tito Bustillo. Eran otros tiempos, cuando la escalada y la espeleología eran más bien cosa de locos. "Nos decían que para qué íbamos a ver cuevas, que estábamos mejor viendo el fútbol. Luego cuando descubrimos la cueva ya cambiaban de opinión", afirma Malvárez.

De aquella tarde de gloria quedan los recuerdos de las pinturas, de la humedad en el ambiente y de la sensación de ahogo que a veces ofrece la cueva, pero también vuelve el regusto de una lata de sardinas que compartieron ya abajo, cuando el hambre apretaba. "Recuerdo aquellas sardinas con arena de cueva que sabían a manjar de dioses. También había unas latas de fabada y algo de chorizo", asegura Izquierdo.

Este año se cumple medio siglo del descubrimiento de las cuevas de Tito Bustillo, y hasta diciembre se han preparado homenajes para celebrar la efeméride. Volver a las entrañas de la tierra ha removido por dentro a sus descubridores. Bien merecen firmar esos autógrafos. Hicieron historia.