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Les muyeres son la caña

Leo Peláez y Ana Isabel González empezaron acompañando a sus maridos a pescar y hoy son grandes aficionadas

Leo Peláez y Ana Isabel González, ayer, en Puente Quinzanas. IRMA COLLÍN

El mundo está cambiando y eso se nota en las riberas de los ríos, también en el Narcea. Ellas, las mujeres, también son aficionadas a la pesca, y, aunque casi siempre ocurre lo mismo, que comenzaron a ir al río para acompañar a sus maridos en su afición, ahora reclaman su lugar. Y lo tienen. Leo Peláez y Ana Isabel González estaban ayer mirando con ojo clínico a ver si los salmones merodeaban por Puente Quinzanas. Coquetas, vestidas de verde, porque no hay que perder la clase para ir al río, según ellas mismas aseguran. Leo Peláez empezó a ir a pescar por acompañar a su marido. "Él trabajaba fuera y los fines de semana le gustaba venir a pescar, así que yo lo acompañaba para pasar tiempo juntos. Y al final acabé enganchándome yo. Llevo treinta años viniendo al río y quince pescando", relata Peláez. A su lado otra mujer. Otra pescadora con currículum salmonero. Ana Isabel González, también avilesina como Leo, que recuerda la sensación del primer día que vio un salmón. "Fue en el Esva, en Piedra Blanca. Me parecieron unos animales maravillosos, con sus colores y que buceaban de forma tranquila. Me dejaron hipnotizada".

A Leo y a Ana Isabel el río, la pesca y los salmones les inspiran "mucha paz", y en esto también coinciden. Pero lamentablemente también comparten la misma opinión en que el machismo sigue presente en la ribera. "A mí ya me han dicho varias veces que estaba mejor en casa fregando", comenta Ana Isabel. "Y a mí lo mismo", contesta Leo. ellas reclaman ser uno más, una más. "Pescamos, nos gusta venir al río y no queremos ni que nos traten diferente ni que nos contemplen. Somos pescadoras", remata Ana Isabel González.

Leo no sólo pesca en Asturias, junto a su marido recorre los ríos salmoneros de Galicia y Cantabria, donde este año su marido sacó el campanu. "La gente debería venir más al río para desconectar, para relajarse", remata la pescadora avilesina, que lleva unas gafas de sol graduadas para poder avistar los salmones desde lejos, una de las aficiones que más la relaja, buscarlos entre las piedras y bajo el agua.

Ayer, disfrutaron como dos niñas de la apertura de la temporada de pesca con muerte, aunque las dos restan importancia a las capturas, porque lo que les llena de vida son las sensaciones que les provoca la pesca. Eso sí, no pueden negar que el tener varios salmones cada una de ellas en su historial de capturas les avala como pescadoras, y les enorgullece.

Tendrán que esperar varios días para poder pescar en el coto que les ha tocado por sorteo, pero, mientras tanto, tirarán sus lances en las zonas libres, mirarán los salmones buscar su hueco entre las piedras y respirarán paz. Ellas, les muyeres, ahora también son la caña.

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