Entrando de lleno en la brecha abierta en la organización que lidera, Alberto Garzón llamó ayer "desleales" a los compañeros que le acusan de pretender disolver la estructura federal de IU. La respuesta del coordinador general al manifiesto de la disidencia que ayer ya firmaban cerca de 450 militantes y dirigentes -cerca de doscientos de ellos de la federación asturiana- y que reclama "respeto" a la autonomía y soberanía de la organización vuelve a negar que su tentativa de reestructuración equivalga a la disolución de IU. Esa equivalencia no tiene más asiento, sostiene, que una interpretación fundada en "rumores falsos" y "noticias inventadas".

El documento interno que ha convulsionado la organización, conocido la semana pasada, habla de la evolución del partido hacia un "movimiento popular" y requiere de las federaciones con personalidad jurídica -entre ellas la asturiana- que disuelvan o modifiquen "el nombre del partido que tengan registrado, de tal forma que Izquierda Unida (y sus siglas) no figure en la denominación". Garzón pide "reflexión" a los que se le oponen, precisa que "en ningún caso" pretende acabar con las federaciones e invita a trasladar el debate al interior del partido.

Desde Asturias, dirigentes de la coalición no alineados con la mayoría federal discrepan desde la constancia de que "es una evidencia que el documento de la dirección desestructura IU" y requieren de su coordinador general "prudencia en el uso de términos tan fuertes en el seno de una organización política como deslealtad". Se preguntan "a quién beneficia este debate a un año de las elecciones", por qué se plantea justo ahora que la expectativa electoral progresa y vuelven a agitar el fantasma de la dilución de IU en Podemos como fin último de las pretensiones del coordinador. "¿O alguien piensa que si nosotros crecemos ellos disminuyen?", se cuestionan.

Los críticos temen que esa afirmación que repite Garzón de que no persigue la disolución de la organización sea esencialmente cierta, pero barruntan que su hoja de ruta pueda incluir la condena a una existencia puramente "teológica", dentro de una estructura más grande, en una situación que denuestan. "No queremos existir sin existir, en una coalición con Podemos o como un micropartido que existe dentro de otro", afirman antes de augurar el fracaso en el intento de quien "se empeña en hacer desaparecer una realidad que quiere existir". Apuntan hacia un futuro que eventualmente puede llevar otra denominación, pero que acabará ocupando "ese espacio sociológico heredero del PCE de la Transición". Perseveran en que "no somos Podemos" y en que para un movimiento político "no hay más existencia real que la que te mide con tus papeletas".

El forcejeo por la independencia jurídica y política de las federaciones territoriales ha desatado otras tensiones, como la que en Andalucía reúne a las facciones regionales de IU y Podemos en un intento descentralizador que fusiona sus intereses en algo similar a lo que en Cataluña es En Comú Podem, con su subgrupo propio en el Congreso de los Diputados. En Asturias se suscribe la tentativa de descentralización contraria a los planes de Garzón desde la convicción de que una organización que defiende un estado federal no puede centralizar las decisiones.