La intoxicación por el tejo, como la que causó la muerte de la estudiante letona Megija Bogdanovica, conocida como Maggie, en la localidad de Eros (Quirós), es muy rara, pero la bibliografía médica asturiana ha identificado algunos casos en los que queda de manifiesto su altísima toxicidad. Es tal que en las zonas europeas en las que esta especie vegetal es común existe la creencia popular de que sólo dormir al cobijo de este árbol puede llevar a la locura o la muerte.

En 1998, un equipo de pediatras del hospital de Cangas del Narcea, se enfrentó al caso de dos niños, hermanos, que presentaban un cuadro clínico de gran agitación y alucinaciones. Los doctores comprobaron que podían haber sufrido una intoxicación por tejo, únicamente por haberlo manipulado.

Dos días antes de que se presentaras los síntomas, los hermanos estuvieron jugando con un tejo de apenas medio metro de altura. Con el objetivo de retener la humedad, según el informe médico, "estaban colocadas unas cortezas de pino altamente absorbentes alrededor del tronco del tejo". "Los niños jugaron y manipularon dichas cortezas, y luego comieron fruta sin lavarse las manos", comprobaron los médicos. Los doctores que atendieron a los niños concluyeron que probablemente ese jugo "impregnó las cortezas de pino que manipularon los niños, siendo la causa del cuadro clínico que presentaron".

La discusión clínica de los casos relata la alta toxicidad de este árbol, conocido como "árbol de la muerte" y presente en cementerios de muchos países. Además, refieren que entre los pueblos galaicos, astures y cántabros "estuvo muy extendida la práctica del suicidio con veneno de tejo".

Un estudio publicado en 1992 en la revista "Forensic Science International" señalaba que en tres décadas atrás hacia esa fecha sólo se habían referido en la literatura médica mundial seis casos de muerte por envenenamiento con tejo y aportaba otros cinco, la mayor parte jóvenes que se suicidaron.

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