La escenificación de la disolución de ETA a principios de este mes no ha supuesto cambio alguno en la situación de los cinco presos de ETA en la cárcel de Asturias, si bien es cierto que hay expectación por los pasos que pueda dar el Gobierno tras la petición del PNV de acercar a estos reclusos a las cárceles del País Vasco.

Tres de los reclusos han seguido más o menos irreductibles hasta el anunciado final de la banda. Uno de ellos, Urko Labeaga García, detenido en 1998 tras estallarle en las manos una bomba que estaba poniendo ante las oficinas de Telefónica en Guecho, se rebeló en 2003 contra las directrices de la banda, aunque finalmente ha permanecido en el redil.

Sebastián Echániz Alcorta, que a principios de los años ochenta, los de mayor actividad de la banda, estuvo involucrado en una cadena de atentados que costaron la vida a 17 personas, es otro que no ha mostrado arrepentimiento alguno.

El tercer irreductible es José Ramón López de Abechuco Liquiniano, quien fue tesorero de la banda. "Liki" fue uno de los cincuenta internos de la banda terrorista que decidieron acogerse a la vía judicial para solicitar su traslado al País Vasco, concretamente al centro alavés de Zaballa. López de Abechuco, vitoriano de 68 años, tiene problemas de corazón y próstata, que le han valido varios ingresos en el Hospital Central de Oviedo. La solicitud fue presentada de forma individualizada ante el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, en Madrid. Este preso ya solicitó en el pasado su acercamiento y excarcelación. Incluso el Ayuntamiento de Vitoria, con los votos de PNV, Bildu y PSE-EE, pidió su salida de la cárcel por razones humanitarias, sin éxito. La desaparición de la banda podría despejar ahora su excarcelación por motivos humanitarios.

Arrepentidos

Los otros dos reclusos que hay en la cárcel de Asturias, Olga Sanz Martín y su pareja, Javier Moreno Ramajo, se salieron de la banda hace tiempo, y llegaron incluso a pedir perdón. La mujer condenada a 71 años de cárcel -formaba parte del comando que intentó matar a exconsejero de Interior vasco Juan María Atucha- escribió una carta muy similar a la de otros arrepentidos: " Pido perdón por el daño que ha causado la actividad delictiva por la que he sido condenado (terrorismo), lo asumo, pido disculpas y lo lamento sinceramente". La reclusa también se puso a disposición de la Justicia a fin de "facilitar información para esclarecer algún delito si fuera necesario y siempre y cuando yo tuviese información relativa al mismo".

Esta carta le permitió disfrutar de permisos y recientemente ha obtenido el tercer grado, con lo que ingresará en el Centro de Inserción Social (CIS) y pasará tiempo fuera de la cárcel, junto a su hijo. Los privilegios que disfrutaba esta reclusa y su pareja, con vis a vis más frecuentes que el resto de los presos, motivó algunas quejas. Su pareja está además en el economato de la prisión, uno de los puestos a los que han accedido otros arrepentidos como Valentín Lasarte o Iñaki Recarte, hoy fuera de prisión.