El Parque Natural de Somiedo cumple su trigésimo aniversario convertido en ejemplo de que tradición e innovación no están reñidos en un espacio protegido. Esto lo dicen y defienden los que han visto la evolución del concejo -la declaración afecta al total del territorio, de 291 kilómetros cuadrados y unos 1.100 habitantes- desde que en 1988 llegó la declaración. Y se apoyan en que las actividades de toda la vida como la ganadera ha logrado resistir, mejorar en parte sus condiciones y ser sostén de las nuevas y pujantes como el turismo rural y el llamado activo, éste último con el avistamiento de osos como buque insignia cuyo tirón crece a pasos agigantados.

El respeto a la Naturaleza es, ante todo, la máxima por la que se rigen en Somiedo -dirigentes municipales y del Parque, vecinos, hosteleros, ganaderos, empresarios...- porque, aseguran, es el pilar en torno al que se sustenta todo. De ello hablarán en el Conceyu Abiertu que organiza LA NUEVA ESPAÑA el próximo martes, a partir de las 19.00 horas (entrada libre), en el Centro de Interpretación del Parque, en Pola de Somiedo. En la mesa estarán Belarmino Fernández Fervienza, alcalde de Somiedo; Luis Fernando Alonso, director del Parque Natural; Juan Simón López, presidente de la Asociación de Ganaderos de Somiedo; Rosalía Garrido, presidenta de la Asociación de Hostelería de Somiedo; Nicanor Fernández, presidente de la Fundación Oso Asturias y de la Fundación EDP, y Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo.

Somiedo también es, aparte de Parque Natural, Reserva de la Biosfera. El concejo de hoy en día poco tiene que ver con el de hace 30 años. Su evolución ha sido pausada, pero efectiva: los somedanos dejaron de estar a la cola en Asturias en renta per cápita y los más jóvenes tienen oportunidades -aunque queda mucho por hacer, advierten, y por mejorar- de asentarse en el territorio y ganarse allí la vida.

Uno de los nichos de empleo más efectivos ha sido el turismo rural. La declaración del Parque atrajo a Somiedo a los visitantes. Pero una inmersión real en la aldea y su entorno no podría ser posible sin la ganadería. Un sector que también sufrió grandes cambios, como pasar de quince reses a grandes explotaciones ganaderas como las que hay hoy. "Había muchas dudas sobre cómo nos afectaría el Parque, pero lo que no había eran puestos de trabajo y muy pocos recursos por lo que no había mucho que perder y creo que los hechos ahí están, éramos lo más pobre de Asturias y salimos adelante", recuerda Lolo González, de Casa Juanito en Villar de Vildas, uno de los primeros ganaderos que dio su apoyo al Parque Natural. "No fue fácil", añade.

Y es que nadie sabía muy bien por aquel entonces qué beneficios y qué desventajas traería la declaración del espacio protegido, pero la información puerta a puerta, decenas de reuniones y encuentros, consiguió que los somedanos dieran su apoyo.

Tal ha sido la evolución del sector que algunas ganaderías somedanas son las mejores de Asturias. Han ganado en cantidad pero también en calidad y la marca Parque Natural hace mucho. "Recuperamos el ganado en extensivo que sólo se pudo hacer porque hubo ayudas muy buenas para hacer los accesos y eso mejoró las explotaciones, sólo en mi pueblo hay mil cabezas de ganado", comenta González. La ganadería mejoró y permitió que muchos jóvenes continuasen la tradición familiar. La actividad de los ganaderos somedanos ha mantenido el paisaje, evitando que se convierta en maleza, al tiempo que han dado ejemplo de cómo gestionar una ganadería de vacuno en un territorio con fauna salvaje.

Ese paisaje fue durante la década de los noventa el principal atractivo para los turistas que comenzaron a recorrer de punta a punta el espacio protegido. Unos visitantes que demandaban conocer al detalle la vida en los pueblos somedanos y que dio lugar a que muchos vecinos reformasen la antigua casa familiar para convertirla en un negocio turístico dando lugar a un nuevo tejido económico en el municipio. Fueron pioneros del turismo rural en Asturias y, hoy, recogen los frutos. Cada año, miles de turistas, y cada vez más europeos, visitan el espacio protegido para disfrutar de las montañas, ríos y lagos y que, en los últimos años, ha vivido un auténtico empuje vinculado al avistamiento de fauna salvaje, sobre todo osos -uno de los símbolos del concejo junto con las cabañas de techo vegetal o teitos- una vez que la especie ha dado síntomas de recuperación y se deja ver de forma habitual en los meses de mayo y agosto.

"Las expectativas eran buenas, aunque no dejaba de tener un riesgo porque se acababa de comenzar con el Parque, pero teníamos una casa y decidimos arreglarla", comenta Agapito Lorences, quien mantiene a día de hoy su negocio en Caunedo. Y acogieron un turismo distinto al de costa y sol, dominado por los amantes de la naturaleza y las familias, que encuentran en Somiedo un reducto de tranquilidad y un paisaje abrumador. Un turismo para educar, como señala otro de los pioneros del turismo rural, Adriano Berdasco: "Siempre los recibo en madreñas, como somos, estoy muy orgulloso de dónde vengo, a los turistas hay que enseñarles cómo se vive aquí, qué es lo hacemos, es lo que vienen a buscar".

Un turismo que también modificó el sector hostelero del concejo, que pasó de albergar algunos fines de semana a montañeros, cazadores y seteros a ser un referente turístico en Asturias. Los chigres se convirtieron en restaurantes y las pensiones en hoteles y apartamentos que fueron dando cabida a los nuevos visitantes. Un crecimiento que les ha permitido ampliar sus negocios y dar empleo. Nada desdeñable en un concejo pequeño con poco más de mil habitantes. "El Parque Natural es un club de calidad que nos hizo crecer y convirtió a Somiedo en un destino turístico dentro de Asturias, cada venía más y más gente y eso permitió abrir apartamentos y hoteles", señala Herminio Cano, conocido hostelero de Pola de Somiedo.

Esas son las mimbres con las que cuentan los dos principales sectores de desarrollo económico del concejo, la ganadería y el turismo. Pero al Parque Natural aún le queda mucho por andar y mejorar. Y celebra 30 años de existencia haciendo balance y mirando a los nuevos retos, uno de ellos y el principal: cómo gestionar el turismo para evitar la masificación, sobre todo, en el creciente avistamiento de fauna salvaje. El reto, lo dicho, conservarlo.